Caleidoscopio (2023), de José Padilha

Entretenida miniserie de 8 capítulos en torno a los 45 minutos cada uno, que se ajusta al género de robos sofisticados perpetrados por una banda donde hay un cerebro y diversos integrantes especializados en tareas específicas. Está creada por el novelista Eric Garcia, cuya obra ha dado pie antes a películas como Los impostores, y que ahora escribe por primera vez para la pantalla. Ha ideado una trama cuyos capítulos pueden abordarse desordenadamente, con saltos temporales en torno al gran golpe, y donde se ha acudido a la metáfora que sugiere el título, Caleidoscopio, en alusión a este artilugio óptico que al girarlo ofrece una variada combinación de formas geométricas y cromáticas. De modo que cada capítulo se titula según un color, tomándose la decisión estética de usar en la fotografía objetos con esos colores, negro, rojo, violeta, rosa, naranja, blanco, azul...

Seguramente la trama se podría describir de distintos modos, según el momento en que el espectador aborda su visionado, pues se abarcan alrededor de dos décadas. Pero básicamente tenemos el plan de Leo Rap para robar una sofisticada cámara acorazada ubicada en pleno centro de Manhattan en Nueva York. Y se apoya en distintas personas de su confianza, sobre todo en la argentina Ava Mercer, pero también en su viejo conocido Stan Loomis, que le lleva a su ex novia Judy Goodwin, quien tiene que tener como socio a su marido Taco... Expertos en abrir cajas de seguridad no son suficientes, hace falta un topo para conocer los entresijos de la empresa de seguridad que se encarga de todo, y que tiene al frente a Roger Salas, viejo conocido del pasado de Leo, con quien tiene cuentas que ajustar. Entre otras cosas, porque tiene a sus órdenes a Hannah Kim, su hija, de la que se vio separada por trágicos sucesos que le llevaron a prisión. Luego además hay una agente del FBI, Nazan Abassi, ex adicta a las drogas, que tiene sus propias cuentas que ajustar con Ava.

En fin, la serie, quizá un pelín estirada y algo artificiosa, incluido el rejuvenecimiento de los protagonistas, consigue atrapar jugando a meter subgéneros en algún episodio, como el carcelario, y combinando caleidoscópicamente elementos como la traición, la venganza, la manipulación y la desconfianza, con otros muy de los tiempos que corren, en que se denuncia el supremacismo blanco, la discriminación racial, los regímenes autoritarios (de derechas, claro) o se muestra como normal y corriente el sexo fluido. Y ofrece como aperitivo al gran golpe, otros golpes más chiquito. El reparto lo hace bien, destacando la veteranía de Giancarlo Esposito, Rufus Sewell, y donde la española Paz Vega juega también su papel.