El diablo en Ohio (2022), de Brad Anderson

En medio de la noche, Mae, una joven perturbada que huye por el campo en camisón de no se sabe qué, llama la atención de un camionero en la carretera a que se asoma. La conducen a un hospital donde la atiende la doctora Suzanne Mathis, psiquiatra que trata de ganarse la confianza de la chica. Un siniestro sheriff del condado de Amon pregunta por Mae, pero la jurisdicción del caso pertenece a otro territorio, y el detective López se hace cargo de la investigación. Entretanto Suzanne, casada con un promotor inmobiliario y padre de tres hijas, la pequeña adoptada, se ocupa tanto de Mae como para llevarla a su casa, hasta que puedan tenerla en un hogar de acogida; todo apunta a que se ha criado en el entorno de una extraña y fanática secta. La presencia de Mae incomoda a todos, pero al mismo tiempo Jules, de su edad, se esfuerza por hacerse amiga de la recién llegada, incluso aceptando cederle la habitación.

Serie creada por Daria Polatin, a partir de su propia novela, es el clásico ejemplo de trama estirada, que podía dar para una película correcta de un par de horas, nueve capítulos resulta definitivamente excesivo. Por otro lado, abusa del cliché a la hora de dibujar a la secta y sus extrañas costumbres, e incluso hay pasajes risibles, como el de la oración para bendecir la mesa de Mae, invocando al diablo, o la muñequita tipo vudú; la ingenuidad con que abordan el background educativo de la chica, y las escasas cautelas de las autoridades para proteger a Mae de lo que parece una secta destructiva y unos padres irresponsables, no dejan de llamar la atención, resulta difícil suspender la incredulidad ante esto. No faltan además algunos elementos inclusivos de homosexualidad, metidos con calzador, que nada aportan a la trama.

El morbo de la cuestión satánica, con los efectismos de rigor, el dibujo de la familia, y el telón de fondo del instituto, donde Jules se esmera en ser popular, pueden atraer a parte del público, pero sea como fuere, la serie no pasa de discreta. La protagonista Emily Deschanel no es ajena al género del terror, pues ha hecho filmes como Boogeyman, ni tampoco a las series, estuvo en la popular Bones, mientras que Madeleine Arthur ha tenido presencia en la saga romanticona adolescente de Netflix A todos los chicos de los que me enamoré.