John Krasinski sorprende en “Un lugar tranquilo”, película de terror y thriller de la que es actor, director y tercer guionista. Con la idea de Bryan Woods y Scott Beck, guionistas principales y que ya habían trabajado antes este género en “Nightlight”, consiguen un guion donde cada sonido y cada gesto esta meticulosamente estudiado. Es recomendable haber visto la película antes de continuar leyendo, resultará más interesante y no sufrirás un terrible spoiler.
Aparentemente el terror no suele tratar temas trascendentales, copan el género asesinos de adolescentes fiesteros y casquería innecesaria, resulta difícil encontrar mensajes verdaderamente relevantes. Por suerte el género está experimentando una lenta regeneración en manos de guionistas que buscan algo más profundo que un salto en la butaca, como es el caso de John Krasinski, Bryan Woods y Scott Beck.
En este nuevo horizonte del terror encontramos Un lugar tranquilo, que más allá de misteriosas criaturas de oídos híperdesarrollados en un mundo postapocalíptico, nos habla de una familia, de unos padres que luchan por dar a sus hijos un futuro, pues son la esperanza de perdurar y renovar este mundo. La película sigue una estructura en tres actos organizados de manera diferente a lo habitual. Así, lo que consideraríamos el detonante de la historia, es decir, aquello que pone en movimiento a los personajes, llega mucho más tarde de lo habitual, a la media hora de metraje. A cambio, para mantener el ritmo y ganar la atención del espectador, los habilidosos guionistas han dado comienzo a la cinta con una suerte de prólogo que ayuda a situar el mundo y cuentan con un duro golpe dramático para engancharle.
Ir de compras puede ser peligroso
En el prólogo vemos a la familia en un supermercado destrozado. La madre (Emily Blunt) busca medicinas para su hijo mediano enfermo (Noah Jupe). Mientras, su marido (John Krasinski), recoge piezas para reparar una radio. Los otros dos hijos, la mayor (Millicent Simmonds), sordomuda, y su hermano más pequeño, juegan. Cuando han terminado, la familia sale en fila al exterior, todos descalzos. El padre va primero, con su hijo enfermo en brazos, le siguen su esposa y su hija, en último lugar el pequeño, al que su hermana ha dejado llevarse un cohete de juguete que su padre no le permitía tomar.
Caminando en fila india y descalzos, en completo silencio
Mientras caminan por un puente, acontece la tragedia. Tras varios minutos de silencio, escuchamos un ruido atronador: el cohete del pequeño. Su hermana sorda no se da cuenta, mientras el padre corre a salvar al niño. La madre se lleva las manos a la boca y observa la escena, y cuando su marido casi alcanza al niño, una monstruosa figura pasa por delante de nuestros ojos, llevándose al pequeño.
Así los guionistas muestran todo lo que debemos saber sobre el mundo sin que sus personajes hayan abierto la boca: unos monstruos que se guían por el sonido han acabado con la mayoría de la población, enfrentarse a ellos es una locura y evitarlos es la única manera de sobrevivir. Además asienta la culpa sobre los protagonistas: la hermana que le dio el cohete, el padre que no le pudo salvar y la madre que no supo reaccionar. Es el momento en el que el espectador entra a la historia.
Un año después, todo es igual y nada es igual
La vida sigue
Volvemos a la historia aproximadamente un año después de la muerte del pequeño. Aquí comienza lo que canónicamente llamamos primer acto, nos presentan a los personajes, su vida y su entorno. La familia sigue su silencioso día a día en una aislada granja, los niños pasean por los alrededores, y la madre, embarazada, realiza labores domésticas. El padre trata de localizar a otros supervivientes con la radio en un sótano cuyas paredes están llenas de periódicos viejos que hablan de lo sucedido en el mundo. Además, la familia tiene otro gran problema, los bebés lloran y deben prepararse para la llegada del niño en tan terribles circunstancias.
Tras algún momento de tensión y sustos, la familia se divide, padre e hijo se van a pescar mientras la hija mayor se escapa de casa. Las siguientes escenas nos muestran, por fin, las consecuencias del prólogo. Hasta el momento no han hecho mención al hijo perdido, pero aquí todo parece brotar por sí solo. Padre e hijo mantienen una conversación protegidos por el sonido del río, la madre recuerda a su tercer hijo en el cuarto del niño, mientras, la hija mayor acude al lugar del accidente para dejar el cohete en un memorial improvisado.
Llega el detonante, que se ha hecho esperar más de lo habitual. Como cabía esperar, una mujer embarazada, sola en casa y en situación de peligro, es el ambiente perfecto para la desgracia, y así llega el momento del parto. Los propios problemas de la situación y un clavo en la escalera, correcta aunque dolorosamente anticipado, acaban en un inevitable y sonoro golpe que delata la situación de la madre.
A partir de aquí todo se vuelve frenético y caótico. Los chicos tienen problemas para llegar a casa y cuando lo consiguen, ven las luces que advierten de una emergencia. El niño distrae a los monstruos con fuegos artificiales, permitiendo que su padre entre en casa y a su pobre madre, dando a luz en la bañera, dar ese esperadísimo alarido que ni siquiera los espectadores podían aguantar más. La niña ve los fuegos y planea volver a casa corriendo. Los padres se ponen a salvo, pero los niños no llegan, alguien debe salir a por ellos. “¿Quiénes somos si no podemos protegerles?” dice la madre, poniendo en palabras el tema de la película que nos ha traído hasta aquí.
El padre sale al rescate mientras los niños se reúnen y, solo nosotros, los espectadores, descubrimos el modo de acabar con la amenaza de los monstruos: cuando la niña busca a su hermano entre el maíz, un monstruo aparece tras ella y el audífono falla, un pitido insoportable resuena en los oídos de la niña, pero también la criatura se ve afectada por el desagradable sonido y acaba huyendo, sin que ella sea consciente de lo ocurrido.
Ser padre es difícil
Es importante mencionar el eficaz empleo de anticipaciones y cumplimientos a lo largo de toda la película. El fallo en el audífono, el clavo en la escalera, la radio del padre… Todo está perfectamente colocado para que cuando llegue el momento, nada resulte gratuito para el espectador.
El silo rebosante de grano puede ser un lugar muy peligroso
Los niños se esconden en el silo, dando lugar a una de las escenas más angustiosas, con los pequeños ahogándose en una “piscina” de granos de maíz, el monstruo cerca y el padre corriendo a su rescate. De nuevo gracias al audífono salen con vida y tratan de volver a casa. Mientras, en el sótano, hay una inundación y la cuna flota con el niño dentro, la madre despierta para ver, además, que hay un monstruo en escena. El ser se sumerge y la mujer se mueve con cuidado en el agua para recoger a su hijo, que amenaza con romper a llorar en cualquier momento. Logran salir ilesos y llegar donde está la radio y las cámaras de seguridad. Con esta escena que parece no aportar nada aparte de tensión, los guionistas llevan a la madre al sitio al que quieren, preparando la siguiente escena.
Llega el final del segundo acto, los niños se esconden en un coche mientras su padre ataca a los seres. La madre ve todo por las cámaras de seguridad. El hijo trata de alcanzar el freno de mano mientras la niña mira a su padre desde el parabrisas trasero. Mediante señas, por fin dice lo que debía decir a su hija, que su amor es incondicional y para siempre, poniendo fin al conflicto con ella, pero justo después grita para atraer al ser y muere despedazado fuera de campo. Los niños logran escapar. En el sacrificio del padre vemos la respuesta a la pregunta que formulaba su mujer unas escenas atrás y que da sentido a todo el guion. No son nada si no pueden poner a salvo a sus hijos, no merece la pena seguir adelante sin ellos y es preferible dar la vida si eso significa que ellos seguirán adelante.
Cuando lo que queda de la familia se aísla en el sótano, un monstruo aparece. La madre coge rápidamente la escopeta pero llega la salvación, por fin los protagonistas descubren que el ruido del audífono perturba a los monstruos sobremanera. La niña acerca el audífono al micrófono de la radio, la criatura sufre un dolor insoportable, la madre dispara y acaban con él. Vemos en las cámaras que varios seres se acercan a la casa. En una última escena ambas se preparan para acabar con los monstruos y proteger a su familia.
Cuando sobran las palabras
Muchas veces se abusa de los diálogos en las películas, pero aquí los guionistas nos dan una lección sobre el poder de las acciones y la imagen. Por otro lado, las conversaciones en voz alta y el alarido de dolor de la madre, están perfectamente situados en la película, buscando con ellos el alivio del espectador por la tensión de escenas anteriores, y también por el gran y continuo silencio al que no estamos acostumbrados. Hay un tiempo entre el comienzo de la historia y la llegada del detonante, de esta manera se prepara el terreno. En el terror corres el peligro de perder la atención de los espectadores si no reciben pronto un susto, por ello el trabajado prólogo es una herramienta muy útil, que además nos ayuda a mostrar el conflicto de los protagonistas.