Guionista y codirector de Vencer o morir, Vincent Mottez es una apasionado de la historia. Estuvimos con él con motivo del estreno de la película en España.
¿Cómo surge la idea de llevar esta historia a la pantalla?
Es una historia larga. Puy du fou es un gran parque temático francés que se lanza a la aventura cinematográfica y para su primera producción decide contar una historia que conoce bien, la Guerra de la Vandée. El parque está ubicado en Vandée. Cuando se hizo allí obtuvo un éxito enorme, pues 18 millones de personas fueron a verlo. Así que fue el tema ideal para empezar.
¿Y cómo se implicó usted en Vencer o morir?
Fue muy al principio. Querían alguien que se sintiera a gusto con la historia y que la escribiera. El proyecto inicial era un documental. Hablaron conmigo por mis precedentes, puesto que había escrito seis libros de una serie llamada “Secretos de la historia”. Así que les parecío que tenía las cualidades para trabajar con ellos. Después el proyecto fue evolucionando hacia un largometraje y la suerte –y es algo que los productores no sabían– es que yo conocía muy bien La guerra de Vandée, había leído mucho sobre Charette de La Contrie.
¿Cuál es su opinión personal sobre la Revolución Francesa y también sobre La guerra de Vendée?
¿Tenemos tres horas? Jajaja. Es un tema muy complejo. He estudiado la Revolución Francesa durante años. La época que más he estudiado. Y se suele decir que cuanto más se estudia menos se comprende. Son cinco años que son más difíciles de entender que toda la Edad media. Hay que seguir los acontecimientos días a día, en el seno de la Convención Nacional y luego en la calle. Hablar en bloque de la Revolución Francesa es por eso muy peligroso.
Lo que yo suelo decir, resumiendo, es que la Revolución Francesa empezó con bonitas promesas, que eran necesarias, porque el el antiguo régimen tenía muchos problemas y necesitaba reformarse. De hecho Luis XVI también quería hacer cambios y empezó a hacerlos. Pero la Revolución fue transformando esas promesas iniciales en decepción. Es decir, el pueblo, la Vendée también, acogió la Revolución muy favorablemente pero el proceso revolucionario generó un hombre nuevo, desarraigado y hostil a la religión. A los curas los convirtieron en funcionarios con la constitución civil del clero. Y en una región como la Vandée, que era muy católica, esto generó la revuelta, además de que era inaceptable para ellos el reclutamiento obligatorio de jóvenes de 15 y 16 años para combatir contra prusianos y austriacos.
De modo que todas las promesas se convirtieron en decepción demasiado rápidamente. Si bien hay que decir que la Revolución Francesa, que nació para servir al pueblo, terminó yendo en contra del pueblo y como tal se percibió en las provincias. Es decir, para ellos fue una insurrección burguesa, de abogados y magistrados, que iban contra de los pueblos, que era el noventa por ciento de la nación francesa. En fin, ¿el fin justifica los medios? Cuando vemos lo acontecido en la Vendée el balance no es favorable.
El enfoque resulta novedoso. No es habitual, al menos en España, poner en tela de juicio la Revolución Francesa y destacar el heroísmo de un grupo de cristianos que luchan contra la injusticia... ¿Hay algo de esa visión en su país?
Cuando hablamos de historia hay que evitar juzgar los hechos del pasado con los ojos de hoy. Francia en 1790 es muy creyente. Por tanto si queremos hacer una película sobre esa época hay que mostrar a gente creyente. El problema es que transportamos la historia a nuestros valores de hoy. Nosotros hemos querido hacer lo contrario, ir de hoy hasta aquel tiempo. Teníamos que presentar a esos personajes de manera realista y ellos se peleaban por Dios y el rey. Por tanto había que mostrarlo como tal. Lo mismo ocurre en el tema político. Hoy hablamos de los habitantes de la Vandée como traidores a la Revolución, pero en marzo de 1793, la república tenía tres meses, mientras que la monarquía llevaba mil años, de manera que las cosas no son las mismas observando los hechos desde nuestro prisma actual, en lugar de meternos en la piel de las gentes de aquella época. Por eso en la película hemos querido entender el espíritu del momento y traducirlo en una ficción histórica lo más fiel posible, lo cual no es fácil.
En su opinión ¿qué mensaje transmite esta historia a las generaciones actuales? ¿La cuestión del honor y de la lucha por los propios ideales está aún vigente en la sociedad actual?
Creo que la película es un relato atemporal, universal. Es David contra Goliat, el oprimido contra el opresor, el resistente contra los cambios, etc. Es algo que encontramos en todas las épocas. Siempre que hay revolución hay también contrarrevolución. Para volver a tu pregunta, pienso que no se trata sólo del sentido del honor de Charette, sino de la fuerza de aquel que dice que no, cuando es demasiada humillación, demasido sufrimiento. Y en nuestra época, en donde hay tanto conformismo, en donde se aplican reglas absurdas sin confrontarlas o discutirlas, con tendencias muy gregarias, sí sirve el ejemplo la Vandée, con hombres que lo arriesgaron todo y lo perdieron todo durante tres años, sin hacerlo por dinero o por títulos, sino por el honor. Aunque no estemos de acuerdo con sus motivos, hemos de respetar a los hombres que han dado un sentido heroico a su vida.
Es guionista y codirector de la película. ¿En qué faceta se ha sentido más cómodo? ¿Hay alguna escena de la que se sienta especialmente satisfecho?
En donde me siento más a gusto es en la escritura. Es mi oficio. Escribo en todo tipo de formatos, libros, radio, documental... También me gusta la realización, pero lo que me entusiasma es escribir. Por eso quizá la escena que más me gustó fue el último discurso de Charette, alrededor de la palabra, cuando dice “voy a encontrarme con vosotros, a quienes he amado, vosotros que habéis muerto en el camino, sin nombre y sin sepultura”. Ese es un pasaje que me gusta especialmente, porque la película ofrece a esas personas una sepultura simbólica y da sentido a todo el combate de Charette, con esas palabras de “Nada se pierde nunca”. Es una frase un poco enigmática. Parece que no significa nada. Pero más tarde comprendí su significado. Charette quería llegar hasta el final, incluso sabiendo que la guerra estaba perdida, porque sabía que muriendo iba a vencer. Sabía que su victoria sería póstuma. Y tenía razón, porque aquí estamos 230 años después hablando de esos hombres muertos sin nombre y sin sepultura. Nada se ha perdido.
¿Qué le ha parecido el reparto? ¿Está contento con el trabajo de Hugo Becker?
Hugo se implicó mucho personalmente. Tomó clases de equitación y de esgrima, por ejemplo, para rodar sus propias escenas. Invirtió mucho físicamente y también psicológicamente. Buscó entender la historia y comprendió el peso de su personaje. Fue reconfortante trabajar con un actor que realmente se moja. Su implicación se nota. Y aunque la película no contó con muchos medios y se rodó en tan sólo 18 días, tiene un suplemento de “alma” y autenticidad que gustó a la gente.