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Blog de Hildy

A vida o muerte: así han visto las películas el aborto

A vida o muerte: así han visto las películas el aborto

Película: El candidato, de 1972. Un año antes de la sentencia Roe vs. Wade, que abrió las puertas a la legalización del aborto en Estados Unidos. Robert Redford encarna en esta aguda película de Michael Ritchie a Bill McKay, que se postula como senador por el estado de California. Cuando se le pregunta en un debate televisivo por su posición acerca del aborto, contesta con palabrería hueca: “Bueno, ése es un asunto que interesa no sólo a las mujeres, sino a todos. No podemos tolerar una autoridad que cierra los ojos al problema. Y desde luego merece más estudio del que se le está dedicando.” Finalmente McKay –que utiliza como lema electoral, “McCay, the Better Way”, o sea, una rima que le señala como “el mejor camino”– gana las elecciones, y termina preguntando a su principal asesor “¿Qué vamos a hacer?”, “¿Y ahora qué?”, perfecto resumen de la vaciedad de sus ideales.

Más de 40 años después las ideas de El candidato siguen vigentes, también en los lares españoles acabamos de ser testigos de la superficialidad y el cálculo electoralista a la hora de incumplir una promesa electoral en relación a la defensa de la vida. Lo que cuenta es ganar, no poseer unos principios y mantenerse fiel a ellos, a pesar de las posibles incomprensiones de parte de la opinión pública. Se dice y se hace lo que se cree que el ciudadano quiere oír, lo que será más rentable políticamente. El “qué vamos a hacer poco importa”, mientras pueda uno apoltronarse en el poder.

Ser o no ser

El filósofo Julián Marías, cuyo centenario estamos conmemorando, abordó con gran lucidez en clave “pro life” el clásico de Frank Capra de significativo título ¡Qué bello es vivir! (1946). En su artículo “Haber nacido” del semanario “Blanco y Negro” subrayaba que la idea de mostrar cómo habría sido la vida en el entorno de George Bailey si no existiera le recordaba en 1996 que “se ha abierto paso, de manera aterradora, la tesis de que es mejor no nacer y se procura por todos los medios que tantos hombres y mujeres posibles no nazcan”.

Muchas películas han tratado la cuestión del aborto en clave dramática y desde distintas ópticas. Y ninguna, ni siquiera las más partidarias de que la madre tenga la última palabra sobre la vida del hijo que está gestando, ha podido dar una imagen amable de lo que sólo puede definirse como “carnicería”. Porque al final no se puede soslayar que está en juego una vida humana, y su posible eliminación no deja tranquilos a los personajes que se lo plantean. Si el film es riguroso, no tiene más remedio que mostrar las dudas de los implicados, el trabajo sucio que se realiza, la mala conciencia. Ello sin obviar la angustia que acompaña a un embarazo no deseado, y la dejación de responsabilidades por parte del padre. Sin pretender hacer una relación exhaustiva de tantos filmes y series televisivas ni de etiquetarlos de modo simplista como a favor o en contra de la vida, lo cierto es que su contemplación sosegada ayuda al juicio sereno acerca de cuestión tan esencial.

¿Alguien me echa una mano?

La soledad de las madres, que podría derivar en el aborto, es el tema central de Solas (1999), Benito Zambrano describe la aceptación de la maternidad por parte de Ana, embarazada de un bruto al que poco le importa el estado de ella. En la encrucijada por la que se plantea abortar, será determinante el ejemplo y la ayuda de un vecino anciano, y de su madre, que al fin y al cabo la tuvo a ella, y le ha prodigado siempre mil cuidados, sin importarle que su marido, actualmente hospitalizado, sea un machista insoportable. También la dificultad para encontrar apoyo preside La habitación en forma de L (1962), con una Leslie Caron sola en la gran ciudad de Londres, buscando interrumpir su embarazo, para al final descubrir la dicha de aceptar su maternidad.

La importancia del acompañamiento cuando una mujer se encuentra embarazada sin quererlo se muestra de forma muy bella en... Bella (2006). Ahí el protagonista, que trabaja en el restaurante de su hermano, al saber que otra empleada espera un niño y, angustiada, desea deshacerse de él, le ofrece sobre todo su tiempo, su comprensión. La escucha, está con ella, le ofrece consejos, no juzga ni pretende imponerse o creerse superior a la otra. El director Alejandro Gómez Monteverde logra en su film un difícil y riguroso equilibrio, para mostrar la tentación abortista en todo su dramatismo. Otro caso en que el hombre se implica y apuesta por la vida lo muestra Krzysztof Zanussi en Iluminación (1973), donde la novia del protagonista le dice que va a solucionar “el problema”, y es él el que la persuade de que merece la pena la aventura de formar una familia. Igual ocurre en Un lugar en el sol (1951), donde un médico da el mejor consejo a la joven que está pensando en abortar.

Casos extremos

Los casos límite pueden ocurrir. Uno de ellos lo plantea el clásico de Otto Preminger El cardenal (1963), cuando corre riesgo la vida de la embarazada hermana del protagonista, y en la necesaria intervención quirúrgica, intentan salvar también al niño, no se debe procurar directamente la muerte de ninguno de los dos. Mientras, El amor imperfecto (2002) es una coproducción hispanoitaliana que plantea un caso de anecenfelia en el niño que está esperando un matrimonio, quienes pese al pronóstico de que morirá al poco de nacer, y soportando una terrible presión mediática, siguen adelante con el embarazo.

En un contexto de degradación moral se entiende perfectamente el caso de El padrino II (1972), cuando Kay Corleone le restriega histéricamente a su maridop Michael el aborto de su tercer hijo, no quiso tenerlo para impedir que creciera en un mundo criminal, no se trata evidentemente de lo que ella habría querido en una situación ideal, y el rechazo de él habla de las contradicciones y la hipocresía de un mafioso supuestamente preocupado por la familia.

En la clandestinidad

En 4 meses, 3 semanas, 2 días (2007), el rumano Cristian Mungiu describe el aborto clandestino al que se somete la estudiante Gabita, pues embarazada de más de 4 meses no puede abortar legalmente. Todo es sórdido e incómodo en el film, vemos el egoísmo de unos y otros –resulta tremenda la soledad de la protagonista, el padre se desentiende, sólo la apoya una amiga, y de modo muy discutible, pues está a otras cosas–, y se muestra muy gráficamente, sin tapujos lo ocurrido en la fatídica noche de la “operación”, y los intentos de deshacerse de “los restos”, o sea, del feto. Este realismo caracteriza también al aterrador testimonio videográfico de El grito silencioso (1984), que muestra la ejecución de un aborto, narrado por el doctor Bernard Nathanson, médico abortista arrepentido, que luego se sumó a la causa pro vida frente a los que se propugnaban “pro choice”.

Incluso una película tan proabortista como Las normas de la casa de la sidra (1999) –el guionista y autor de la novela en que se basa el film hizo un discurso en tal sentido cuando ganó el Oscar al mejor guión adaptado–, no puede evitar las contradicciones de su discurso. El doctor Larch regenta un orfanato donde cuida amorosamente a los chavales, a los que acuesta con la tierna frase “Buenas noches, Príncipes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra”. Lo que no le impide practicar abortos a quien se lo solicita, práctica ilegal en los años 40 en que transcurre la acción. Cuidar a niños que nadie quiere, y eliminar a otros antes de nacer, he ahí la curiosa ocupación del doctor. Uno de sus pupilos y aspirante a médico es Homer Wells, quien rechaza las prácticas abortistas de Larch, a pesar de que ha sido para él como un padre. Pero finalmente, presentando un caso extremo de embarazo incestuoso, Homer acabará cometiendo un aborto, siguiendo el lema reduccionista de su mentor “Sé útil”.

El caso de El secreto de Vera Drake (2004) también es paradigmático. La protagonista procura el aborto a mujeres sin recursos, guiada por una simpleza y ausencia de consideraciones morales que pasman al espectador... y a sus seres queridos, ignorantes de que realizaba semejantes prácticas. Cinta ambigua, que quiere fustigar la hipocresía social, no deja de mostrar la sordidez de las prácticas abortistas.

Retrato del aborto adolescente

La adopción es una alternativa humana frente a la del aborto. Vivir o no vivir, he ahí el dilema. En October Baby (2011), una joven descubre no sólo que es adoptada, sino que es una superviviente de un aborto inicialmente deseado por su madre. El tema preside Juno (2007), que aborda con un difícil tono serio y desenfadado al mismo tiempo un embarazo adolescente en el contexto de una sociedad hipersexualizada. La joven protagonista acude a un abortorio, donde una compañera del instituto le recuerda que el feto es un ser humano que ya tiene uñas, idea que se le hará patente cuando aguarda su turno, pues la indiferente recepcionista se está haciendo las uñas. Decidirá dar a su hijo en adopción, tratando de encontrarle los mejores padres posibles, al tiempo que considera el modo de construir una relación más seria con el padre de la criatura.

Los padres de Juno sólo se enteran del embarazo de su hija, cuando ella les comunica su embarazo y lo que ha decidido ella, su deseo de tener el bebé para darlo en adopción. Más orillados quedan los padres de la niña de doce años embarzada sobre la que se centra el episodio “Chicas” de la primera temporada de la serie televisiva House. Campeona de natación, la chica se ha quedado encinta en uno de sus viajes, y sus padres no saben nada. “Si eres lo bastante mayor para que te sangre la vagina, obviamente eres lo bastante mayor para manejar algo tan simple como un aborto sin la ayuda de papá o mamá”, le espeta el cínico doctor House, que aunque aconseja a la chica que cuente la situación a sus padres, le aclara que las leyes de Nueva Jersey no le obligan a comunicarles la noticia. La opción provida ni siquiera se plantea, y ahí está una cría sola decidiendo sobre algo, con la misma o mayor ligereza con que se quedó en estado.

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