La señorita Julia, una magnífica película que adapta la conocida obra teatral de August Strindberg, es en el fondo una película sobre la educación, o si se quiere, sobre la falta de una buena educación. Porque Julie perdió a su madre siendo una niña, y su padre no ha sabido cuidar de ella como es debido. La chica creció, pero encerrada entre las paredes de la casa señorial de su progenitor, un barón, desconoce las realidades del mundo, ella es muy vitalista, pero en realidad lo ignora todo sobre la vida, le falta un punto de necesario equilibrio para desenvolverse, y su juego caprichoso e ingenuo con John, un apuesto lacayo, va a desencandenar una serie de pulsiones que atraerán la tragedia.
No es la primera vez que esta obra de teatro es llevada al cine, hay una estupenda versión sueca de 1951 de Alf Sjöberg, ganadora del Festival de Cannes, donde brilla en el papel protagonista Anita Björk. Y también el británico Mike Figgis abordó la obra en 1999 rodando en inglés con Saffron Burrows, su esposa en la vida real, de protagonista.
Curiosamente la noruega Liv Ullmann ha optado por rodar en inglés, lo que nuevamente acentúa la universalidad de la propuesta, y Jesssica Chastain y Colin Firth entregan estupendas interpretaciones.
La conocida actriz que estuvo casada con Ingmar Bergman, y que aquí sólo ejerce de directora, confiesa su fascinación por las historias de amor imposible que desafían el orden social, uno de los temas claves abordados por Strindberg, pero añade algo más: “Es mi tema predilecto. Pero durante la escritura del guión surgió algo más que compartí con los actores: la soledad y la melancolía de la señorita Julia se deben al hecho de que no le apetece vivir y no sabe cómo poner fin a sus días. Se encuentra con dos personajes, y construye mental e inconscientemente un plan que podría ayudarle a alcanzar la muerte. El hombre no es el verdadero asesino, ella le empuja a hacerlo.” O sea, el film aborda además la angustia vital que hace que se pierdan las ganas de vivir.
También, un eterno tema que interesa a los hombres, Ullmann aborda el tema de la comunicación: “Es una obra sobre la necesidad de ser escuchados: las escenas en las que cada uno intenta que el otro le escuche son cruciales. Pasa lo mismo con el personaje de Samantha Morton, que tiene la impresión de que nadie la comprende. Al igual que en la vida, por mucho que se hable, el interlocutor solo oye lo que le apetece oír.”