El club del odio (2022), de Beth de Araújo

Emily es una profesora de primaria, frustrada porque no logra quedarse embarazada, y con un hermano en la cárcel. A través de internet crea un club de mujeres que comparten sus ideas, una mezcolanza de rabia, odio a los inmigrantes, defensa de los ideales americanos y cristianos tradicionales, feminismo de derechas... Tras una reunión, se encuentran con dos mujeres de origen asiático, y comienza un acoso que se les va de las manos.

Producción de la Blumhouse, que ha debido ver en esta trama de denuncia de los prejuicios y el supremacismo blanco algo próximo al género del terror que la ha hecho célebre. Beth de Araújo, directora y guionista, debuta en el largometraje con un film que está rodado en un solo plano secuencia, un alarde técnico donde vemos incluso cómo anochece, pero que narrativamente no tiene justificación, no aporta nada a la historia, e incluso el manejo de la cámara se antoja algo torpe, ello sin querer quitar mérito al esfuerzo por coreografiar toda la filmación.

Sea como fuere, lo que pesa al film es su absoluta falta de matices. Tenemos a un conjunto de “marujas” absolutamente histéricas, sin ideas propias, quejicas y lloricas, lamentándose de que sus vidas son un fracaso por culpa de la gente que viene de fuera a cargarse los Estados Unidos. Que, por supuesto, no se consideran racistas, para nada, aunque todo lo que hacen y dicen las desmiente. Que, por supuesto, no quieren hacer daño a nadie, aunque acosen, abusen, amenacen, ridiculicen grabando vídeos, a los que no les gustan, para al final, adoptar una actitud de “uy, vaya, lo que nos ha pasado”. En fin, todo es previsible y cansino, con personajes estereotipados y con los que resulta difícil empatizar, incluido el único varón, el típico “calzonazos” al que su esposa manipula con facilidad. El final “sorpresa” es una tomadura de pelo, pero claro, era obligado intentar “romper el saque” en un film cuyas intenciones “pedagógicas” y de “odio sobre el odio” son demasiado obvias.