Le jour se lève (1938), de Marcel Carné

El inmueble de una barriada popular. Un disparo resuena en la escalera. Un hombre herido de muerte, desconocido para los vecinos, sale tambalaleándose y rueda hacia abajo. La policía investiga, pero cuando trata de entrar en el piso del que salió el ahora difunto, François, que está dentro, se lo impide a tiro limpio. Parapetado, y mientras las autoridades analizan el mejor modo de efectuar el asalto, los recuerdos afloran en la mente de François, lo que nos lleva a saber cómo se ha llegado a la actual situación. A lo largo de varios flash-backs sabemos de la condición obrera de nuestro hombre en una fábrica, de cómo quedó prendado de Françoise, una joven que traía unas flores. Pero su recién nacido amor le lleva a descubrir la misteriosa relación que tiene esta joven con Valentin, el ilusionista de un espectáculo nocturno con perros, algo que se enreda más por otra mujer, Clara, ayudante del número del ilusionista. La naturaleza de las relaciones entre los cuatro personajes cada vez está menos clara...

Magnífica película de Marcel Carné, transida de un triste lirismo. Verdaderamente se nos ofrece una situación de folletín, pero el milagro es que la cosa funciona y nos conmueve. El reparto es fantástico, empezando por ese genio de la interpretación llamado Jean Gabin, capaz de pasar de la dulzura suave del enamorado a la energía furiosa de un volcán. El film presenta una preciosa fotografía en blanco y negro, y utiliza muy bien algunos objetos emblemáticos, como un osito de peluche desorejado, una ristra de fotos carnet y un enigmático broche. Contrasta bien el interés de la chusma apelotonada en la calle, atenta al alboroto, con el drama íntimo de los cuatro protagonistas. Y hay un inteligente uso del travelling hacia atrás en algunos planos, de modo especial en el que cierra la película, lleno de emotividad.