Este caballero escocés de nombre Sean, sigue siendo una de las más poderosas presencias de la pantalla. Por muchos años que pasen, y ahora tras su muerte en 2020 y 17 años retirado, Connery sigue cautivándonos con sus interpretaciones, aunque a veces sus películas no estuvieran a la altura. “Lo que más había querido era ser un hombre mayor con una buena cara, como Hitchcock o Picasso”, comentó en una ocasión, y el tiempo le concedió, sin duda, este deseo.
Sean Connery nació en un barrio modesto de Edimburgo. Thomas Sean Connery era hijo de un camionero de origen irlandés, y desde muy pequeño tuvo que contribuir a la economía doméstica recogiendo bidones de leche. Mientras estudiaba en la escuela pública, formaba parte del equipo de fútbol. Al término de la Segunda Guerra Mundial se enrola en la Marina, donde destaca en el equipo de boxeo. Por culpa de una úlcera de estómago, se ve obligado a dejar el ejército pasados tres años, desempeñando a continuación todo tipo de trabajos. Cuando un amigo suyo le convence para presentarse al concurso de Mr. Universo, competición en la que queda el tercero, Sean se plantea dedicarse al espectáculo. Pronto le contratan como secundario en obras de teatro, como "Testigo de cargo", de Agatha Christie. En cine comienza desde abajo, como extra sin diálogo, en la comedia Lilacs on the Spring, protagonizada por Errol Flynn.
Tras un breve papel en El día más largo, una superproducción con reparto de lujo, en 1962 Connery es elegido entre multitud de aspirantes para convertirse en James Bond, en 007 contra el Dr. No. Pronto llegarían las secuelas Desde Rusia con amor, James Bond contra Goldfinger y Operación Trueno, que cada vez contaban con más seguidores. No cabe duda de que Sean Connery reflejó como nadie el cinismo, pero también la elegancia del personaje que le dio a conocer. La parte negativa fue que durante algunos años quedó encasillado, pues apenas le proponían otros papeles, y eso que entre Bond y Bond había trabajado con el maestro Hitchcock, en Marnie, la ladrona. Tras Sólo se vive dos veces, el actor decidió iniciar su segunda vida, y abandonar oficialmente la saga, para concentrarse en otros proyectos. “Nunca me disgustó el personaje como algunos piensan, pues disfruté mucho interpretándolo. Sin embargo, creo que es un proceso natural querer hacer otras cosas”, dijo el actor. Sin embargo, películas como La tienda roja u Odio en las entrañas no obtienen demasiada repercusión. A golpe de talonario le convencen para volver a ponerse el smoking de agente secreto en Diamantes para la eternidad. Con este título iniciaría su década más brillante, la de los 70, con títulos como El viento y el león, donde interpreta a un líder bereber. Con El hombre que pudo reinar se quitaría por fin el sambenito de Bond, con una inimitable interpretación de pícaro británico. Igual de recordado es su papel de maduro Robin Hood en Robin y Marian, junto a Audrey Hepburn. Consolidado su prestigio, en los 80 se permitió el lujo de volver a interpretar a Bond por última vez en Nunca digas nunca jamás. A continuación tuvo un gran éxito con Los inmortales y El nombre de la rosa, dos títulos que se beneficiaron del auge de los videoclubs. Por fin le dieron el Oscar al mejor secundario por su personaje del veterano policía Jim Malone, en Los intocables de Eliot Ness. Y se convirtió en padre de Harrison Ford, en Indiana Jones y la última cruzada.
En los últimos años, Connery hizo un poco de todo. A veces eleva con su presencia la calidad de películas que sin él serían demasiado convencionales, como La Roca, La trampa o Sol naciente. También ha habido subproductos infames que ni siquiera él ha conseguido salvar, como Los inmortales 2, o Causa justa, un esperpéntico alegato a favor de la pena de muerte, y la inenarrable Los vengadores. También fue invitado sorpresa de lujo en Robin Hood, príncipe de los ladrones, cuyo salario donó a causas benéficas. Sus mejores títulos recientes, aunque no los más taquilleros, han sido Jugando con el corazón, compuesta de varias historias entrecruzadas, y Descubriendo a Forrester. Su último trabajo en la gran pantalla fue La liga de los hombres extraordinarios, en 2003.