Jerk (2021), de Gisèle Viene

En prisión, David Brooks se dirige al espectador para develar que cumple cadena perpetua. La razón estriba en que fue uno de los dos adolescentes que ayudaron a Dean Coril, temible asesino en serie, a violar y asesinar a casi una treintena de jóvenes, en Texas, durante los años 70.

Imaginativa propuesta de la coreógrafa francesa Gisèle Viene, que alcanzó un enorme éxito con la obra teatral homónima, en la que un único actor contaba toda la historia, con el apoyo de marionetas. El espectáculo, basado en temibles hechos reales, estuvo durante años de gira, llegando incluso a estrenarse en el Teatro Pradillo, de Madrid.

Ahora, convierte aquel montaje en película, con una puesta en escena minimalista, que tiene un enorme mérito, pues filma toda la pieza en un único plano secuencia, igualmente con un único participante. Cuenta con un actor excepcional, Jonathan Capdevielle, desconocido en el mundo del cine, pero que muestra una enorme habilidad para sostener el metraje de una hora en solitario, cambiar constantemente de registro, expresar todo tipo de sentimientos, y manejar a la vez a los títeres con los que cuenta. Sobre todo se luce a la hora de imitar los sonidos más desagradables en violaciones y asesinatos, causando

La propuesta tiene mucho interés, pero habría alcanzado una mayor altura de no ser porque la directora se ha propuesto contar con pelos y señales los detalles más escabrosos del relato. De hecho, sorprende que una pieza con un solo actor resulte tan desagradable. No cabe identificarse con las víctimas ni por supuesto con los asesinos, pues aquí sólo se narra lo peor a lo que puede llegar el ser humano, sin buscar explicaciones.