Ruido mental (2023), de Steffen Geypens

Matt y Liv es una joven pareja con un bebé, que se van a vivir al campo, lo que permite sus profesiones, él es influencer, y ella tiene una empresilla de catering. Ocupan la casa del padre de él, ya anciano, que se ha ido a vivir a una residencia cercana. El caso es que Matt se obsesiona con la fábrica abandonada y cercana que dirigió su padre, de la que encuentra información en internet sobre extrañas muertes y aguas contaminantes. Y trata de sonsacar información al progenitor, a la vez que lidia con un trauma familiar que afecta a ambos. Entretanto Liv tiene que aguantar cierto rechazo de los lugareños en los comercios, y un enrarecimiento en el carácter de Matt.

Tedioso thriller dirigido cansinamente por el belga Steffen Geypens. Nunca se sabe muy bien lo que quiere contar, si los dramas familiares –desavenencias de la pareja protagonista, problemas padre-hijo, la contraposición de cuidar de un bebé mientras una persona mayor requiere cuidados en una residencia– o el misterio misterioso de la fábrica, que está unido, o no, tanto da, con un estanque cercano y un sótano donde se filtran las aguas y que podría encerrar bajo el suelo algunas claves del mismo.

Sea como fuere, y siendo una película no tan larga como las que suele ofrecer Netflix, se hace eterna en su avance hacia ninguna parte, ni siquiera la pretendida atmósfera de intriga está muy conseguida, ello por no hablar de la hosca dueña de una carnicería, típico detalle gratuito, que nada aporta a la narración.