El efecto Darma (2023), de J.L. Rojas

A Jon le apasiona el cine, así que estudia en una escuela dedicada al Séptimo Arte, al tiempo que prepara su primer largometraje, el film de acción “El códice de Ares”, así que ha escrito un guión que le enseña a otros jóvenes, para que colaboren en el rodaje como actores o técnicos. Unos dos mil euros ahorrados y una cámara vieja no parecen suficientes, pero no se rendirá ante la adversidad. Hasta cuando va a la discoteca, se dedica a escribir sus ideas, en lugar de buscar ligues, como sus amigos. Trabaja como parte del personal de unos multicines, en los que conoce a la rubia Dharma, la nueva portera, de la que se enamora al primer vistazo.

J.L. Rojas ya rodó con pocos medios la serie de vampiros Cuando cae la noche, compuesta por ocho capítulos de diez minutos. Ahora, debuta en el largo con un film de cine dentro del cine donde demuestra un enorme amor al Séptimo Arte, así que a lo largo del metraje incluye numerosas referencias, un diálogo de Casablanca, pósters de títulos conocidos, libros para aprender a escribir guiones de Antonio Sánchez Escalonilla –gurú de los libretistas españoles–, el interior de una cabina de proyección de la época. Resultan encantadoras algunas secuencias como la del profesor de historia hablando del cine como “una experiencia mágica, pero también un negocio”, y otra que alude a Federico Fellini.

Rememora con un tono positivo los años de la juventud, cuando está en juego el futuro, y todavía se puede luchar por sacar adelante cualquier sueño. Al cineasta se le da muy bien coordinar los aspectos técnicos, por lo que logra una factura decente. Una pena que no domine de la misma forma la dirección de actores, por lo que algunos actores competentes, como Álvaro Lucas y Dunia Rodríguez conviven en la pantalla con otros cuyo nivel deja que desear.