El futuro (2011), de Miranda July

Jason y Sophie. Una pareja sin hijos, que llevan una vida anodina, donde falta la ilusión, ya sea en el horizonte profesional o en el familiar y afectivo. Mientras esperan la llegada a casa dentro de un mes de Paw Paw, un gato callejero al que han adoptado, toman otras decisiones como la de dejar el trabajo de teleoperador él, y el de profesora de baile para niños ella, en busca de ocupaciones más atractivas. Sophie, además, tendrá una aventura.

Miranda July escribe, dirige y coprotagoniza esta singular y aguda mirada a la aburrida existencia sin alicientes de una pareja urbanita, en la que el futuro a que alude el título no promete ser mucho mejor que el actual presente, sin planes ni proyectos dignos de ese nombre. La cineasta plantea lo absurdo de tantas situaciones cotidianas, donde parece que se avanza hacia alguna parte para acabar siempre en el mismo sitio, como en los famosos dibujos imposibles de M.C. Escher, uno de ellos usado en el film como evidente subtexto que apuntala tal idea. Y el mérito de July es que juega con el tiempo y el espacio para hablar sin aburrir del hastío y la insatisfacción, planteando situaciones divertidas que invitan a sonreír por no llorar, a compadecer a unas personas que se parecen demasiado a tantos conocidos, quizá a uno mismo. La narración del gato, la conversación telefónica con un desconocido, las visitas a domicilio para vender árboles, son algunos ejemplos de momentos delirantes, casi surrealistas, que presenta una cinta que responde a la perfección al concepto de “cine indie”.