Flashback (2020), de Christopher MacBride

Fred se prepara para comenzar su nuevo trabajo como analista informático. Se encuentra en un momento anímico delicado, porque su madre está gravemente enferma y ya no es capaz de reconocerle. Además, ante la preocupación de su joven esposa Karen, Fred sufre a menudo momentos de ausencia, en donde imágenes extrañas y flashes de información ocupan su cabeza como sueños indescifrables o recuerdos del pasado, pero vividos como experiencias reales. Todo está relacionado con la época en que Fred estudiaba en el instituto y entró en contacto con una potente droga sintética junto con tres amigos: Sebastian, Andre y Cindy, por quien Fred sentía una gran atracción.

Fallido intento por parte del guionista y director Christopher MacBride de ofrecer una historia dramática original, que ofrezca enjundia filosófica y existencial respecto a la vida humana. De fondo MacBride pone en tela de juicio la realidad que vivimos, como si el ser humano estuviera atrapado en nombres, pautas y modos de entender el mundo que impiden su verdadero potencial. Para salir de esa prisión que impide a las personas vivir al máximo, la solución es una droga psicotrópica que, como la pastilla roja de Matrix, desataría el libre albedrío humano y el hombre contaría entonces con múltiples posibilidades de… y bla, bla, bla.

Más allá del planteamiento, el problema de Flashback es que un completo galimatías visual y narrativo, con un protagonista continuamente perplejo –aunque no tanto como el espectador– ante sus confusas vivencias. ¿Realidad?, ¿ficción?, ¿recuerdos? ¿paranoia? La historia se pierde en estos vericuetos y también olvida a los personajes, tan distantes que apenas interesan. Una pena porque cuenta entre ellos con los intérpretes Dylan O’Brien y Maika Monroe, que siempre ponen toda la carne en el asador pero cuyos esfuerzos resultan aquí completamente vanos.