La hija eterna (2022), de Joanna Hogg

Julie y Rosalind Hart, hija y madre, llegan una noche a un gran hotel ubicado en medio de un bosque. Son recibidas por la conserje con bastante falta de tacto, pero finalmente se acomodan en una habitación de la primera planta. Por la noche los ruidos nocturnos no facilitan el descanso de la hija, quien al parecer es una cineasta que ha llegado al enorme caserón para escribir un guión y para que su madre recupere los recuerdos de aquel lugar, pues cuando era niña vivió allí durante la guerra.

La hija eterna es una película donde la atmósfera lo es todo. Ya desde el comienzo y luego durante toda la narración la falta de luz solar, la bruma constante, los ruidos nocturnos, chirridos de puertas y ventanas, un batir de alas, un gemido lejano, etc., y la solitaria ambientación de pasillos y estancias del hotel, en donde no parece haber más huéspedes que la madre y la hija, nos hacen recordar a esas viejas producciones británicas de la Hammer. Aquí por momentos también parece que estamos ante una película de terror, de fantasmas, de espectros, pero el problema es que pasan los minutos y la directora y guionista Joanna Hogg no nos ofrece más que eso, una sensación, un envoltorio. Durante demasiado tiempo apenas hay avances, ni un relato que se pueda llamar así, más allá de las entrecortadas y raras conversaciones entre madre e hija, los paseos nocturnos por el hotel o el jardín, las solitarias comidas, etc. Inevitablemente el espectador nota que hay algo extraño en toda esta situación.

La película, cuyo productor ejecutivo es ni más ni menos que Martin Scorsese, sirve ante todo a Tilda Swinton para ocupar cada plano, porque es ella misma quien se encarga de dar vida a los dos personajes, madre e hija. Sin embargo, pese a todo su oficio, tampoco la actriz londinense es capaz de que esos roles sinuosos calen especialmente en el espectador, aunque seguramente la culpa sea de la propia historia, demasiado etérea. Por supuesto, en el conjunto destaca sin duda la cuidada fotografía de Ed Rutherford.