La niña de la comunión (2023), de Víctor García

Añor 80, en un pueblo del Levante español. Una nueva familia, padres y dos hijas, se han trasladado allí debido a que el padre ha conseguido trabajo gracias a un contacto familiar. La hija mayor, Sara, se ha hecho gran amiga de Rebe, una chica un tanto básica que no tiene muy buena fama entre la gente “bien”. Ambas salen una noche de juerga y en el camino de regreso ellas y los dos chicos que las acampañan tienen una fugaz y extraña visión de una niña vestida de comunión en medio de la carretera. A partir de ese momento unas horripilantes apariciones perturbarán la vida de Sara y también las de cada uno de sus amigos.

Apañado cine de terror español venido de la mano de Víctor García (Reflejos 2), que rueda sin duda con potencia y es capaz de entregar algunas escenas impactantes, visualmente bien concebidas, como la de la primera “experiencia” de Sara en el cuarto de baño o la del apuñalamiento al padre de Rebe. Cierto que no puede eludir el abusivo uso del sonido para provocar el respingo inevitable del espectador, pero al menos no todo es "efecto" y el director barcelonés da a conocer a unos personajes más o menos cercanos, por lo que su historia logra interesar.

Salvo algún detalle esporádico, el guión de Guillem Clua evita además irse demasiado por tópicos derroteros –sexo, religión, sacerdote– y así seguimos sobre todo a las víctimas desesperadas en busca de una solución a lo que les está sucediendo. Quizá hay un afán artificial por crear tensión donde no tenía por qué haberla –la visita al matrimonio– y se fuerza un desenlace con leve giro de guión que resulta un tanto tramposillo y deja muchos cabos sueltos, pero en líneas generales el resultado se deja ver.

La niña de la comunión cuenta por lo demás con una cuidada ambientación ochentera y unas interpretaciones bastante meritorias del joven reparto, entre quienes destacan las dos amigas protagonistas, Carla Campra como Sara y Aina Quiñones como Rebe.