No respires 2 (2021), de Rodo Sayagues

Secuela de No respires que retoma el personaje del ciego siniestro, ex Navy Seal, que ahora vive con su hija preadolescente Phoenix en su caserón de las afueras de Detroit, donde la degradación y la delincuencia están a la orden del día. Phoenix sufre la sobreprotección de su padre, que sabe de los peligros que acechar a su hija ahí fuera, pero la joven lógicamente quiere tener amigos, relacionarse con el exterior, se siente sola y echa de menos a su madre, muerta en un incendio cuando era pequeña. Y en esa situación, en una de sus escasas salidas a la ciudad se convertirá en objetivo de una banda de criminales que la seguirán hasta su casa.

Si la primera parte fue dirigida por uno de los dos guionistas, Fede Alvarez, en el caso de No respires 2 es el otro, Rodo Sayagues, el que se pone detrás de las cámaras, mientras que ambos siguen compartiendo créditos como productores y autores del guión. Pergeñan ahora una película hiperviolenta, no apta para todas las sensibilidades, con escenas casi gore y un tono general bastante oscuro que la hacen más bien minoritaria. No ocurre como en la primera parte, en donde el ciego se enfrentaba a unos chavales imberbes y la cosa iba más de sorpresa e intriga, aunque hubiera también su dosis de sangre. Ahora serán unos ex militares desalmados los que luchan con el incombustible invidente y, como es de prever, la violencia se desatará a raudales, brutal y desagradable, casi siempre en encuentros cuerpo a cuerpo, con martillos, machetes, palas o lo que haya a mano. El problema de esta opción por el salvajismo es que cualquier verosimilitud –punto destacado de la primera película– se va aquí completamente al garete y ya sólo queda ver como el ciego resiste cualquier paliza y va liquidándolos a todos.

Por lo demás, la historia riza el rizo con algunas desviaciones familiares bastante retorcidas que casi convierten la cosa en un film de terror. Visualmente, el look siniestro y el ambiente desastrado del decorado se compagina con un rodaje bastante ágil, que se mete en harina muy pronto y que no pierde comba hasta el final, aunque repita hasta el agotamiento las apariciones sigilosas del ciego, esos sustos efectistas detrás de la oreja de sus víctimas. Destaca en medio de esa atmósfera la potente banda sonora del español Roque Baños. Los actores cumplen, pero sinceramente hubiera dado igual que fueran otros.