Un héroe anónimo (2022), de Alain Guiraudie

Clermont-Ferrand, pequeña localidad en el centro de Francia. Mientras el desnortado programador informático Médéric yace con Isadora, una prostituta de la que se ha enamorado, en un motel de mala muerte, escucha en el televisor una trágica noticia: unos atentados islamistas han roto la paz del lugar a pocas calles de allí. Cuando regresa a su casa, se encuentra a Selim, un muchacho árabe junto al portal que pide dinero para comer. Le permitirá entrar a su apartamento para darse una ducha y saciar su hambre, aunque le asaltan las dudas, pues podría tratarse de uno de los terroristas, eludiendo a la policía. Los vecinos del inmueble se dividen, pues unos apuestan por ayudarle, pero otros por denunciar.

El francés Alain Guiraudie, responsable de El desconocido del lago, ha elegido el humor a la hora de abordar la paranoia extendida entre sus conciudadanos tras la proliferación de masacres islámicas, tema tratado por ejemplo por Isaki Lacuesta en la dramática Un año, una noche. La jugada le habría podido salir bien, si hubiera seguido el sendero de La vida es bella y otras cintas que consiguen risas pese a tratar de temas duros. De hecho el film tiene momentos propios de vodevil que arrancan sonrisas, y describe bien la posición del ciudadano medio, dividido entre la solidaridad y los sentimientos que advierten de que resulta necesaria cierta cautela. 

Por desgracia, su tendencia hacia el humor grueso da al traste con las intenciones del realizador. Abundan los gags protagonizados por los inquilinos del edificio donde se desarrolla casi toda la acción, y aunque algunos funcionan, acaban agotando. Pese a todo, logra destacar Jean-Charles Clichet, que imprime cierta cercanía a su desagradable personaje. También convencen el jovencísimo Illies Kadri (Selim) y Noémie Lvovsky (Isadora).