Amor y helado

A regañadientes, Lina Emerson va a pasar el verano en Roma, porque el último deseo de su madre antes de morir fue que conociese a su padre, a quien no tiene muchas ganas de ver, pues nunca se ha preocupado por ella. En su destino estrechará lazos con su tía Francesca, se hará apasionada de los helados italianos, encontrará el diario de su madre, que cuenta cómo se quedó embarazada, y se debatirá entre el amor de dos chicos, el rico heredero Alessandro, y Lorenzo, joven aspirante a chef profesional.

Otra mezcla de romance y promoción turística de las que produce habitualmente Netflix, que adapta el best-seller homónimo de Jenna Evans Welch, editado en España por La Galera Editorial. Pese a que no pretende grandes reflexiones, invita a intentar comprender a las anteriores generaciones, pues resulta muy fácil juzgar desde la perspectiva actual, pero no es justo opinar sin conocer sus circunstancias.

Tiene detrás, como realizador y guionista, a Brandon Camp, que escribió Dragonfly (La sombra de la libélula), extraño drama fantástico, con puntos interesantes, protagonizado por Kevin Costner en 2002. Aquí parece haberse propuesto un film totalmente opuesto, sin riesgos, y demuestra una gran habilidad para mezclar comedia y drama, al tiempo que incluye localizaciones italianas idílicas. La casi debutante Susanna Skaggs compone una protagonista que resultará cercana al público juvenil, target principal de la cinta, al tiempo que está bien escoltada por Saul Nanni (Alessandro) y Tobia de Angelis (Lorenzo), ambos forjados en series italianas.