Cazadores de brujas

Jovan tiene 10 años y padece parálisis cerebral. Aunque puede caminar, lo hace penosamente y su capacidad motora es reducida. Sin amigos, se siente desplazado en la escuela y en su imaginación adopta a menudo la identidad de Sombra, un superhéroe de su invención, volador y justiciero. Su vida cambiará cuando llegue a la escuela una nueva alumna, Milica. Pronto se harán amigos, pues la chicuela es muy directa, vivaracha y risueña. Pero sobre ella pesa también una gran pena: su padre se ha ido a vivir con otra mujer. En la percepción de Milica esa mujer es una bruja que ha hechizado a su padre y pedirá ayuda a Jovan para revertir la situación.

Notable película familiar de producción balcánica que consigue conmover con una preciosa historia de amistad infantil y unos personajes muy entrañables, simpáticos y llenos de humanidad. Supone el debut tras las cámaras del serbio Rasko Miljkovic, que adapta con maestría una novela de Jasminka Petrovic. El equipo de guionistas pergeña un relato tierno y de hondo contenido, en donde se tocan temas tan importantes como la dificultad de los hijos para aceptar la ruptura de sus padres, la aceptación del sufrimiento infantil o la capacidad fabuladora para escapar de la cruda realidad. Y, por supuesto, la amistad que surge entre el protagonista y la joven Milica es estupenda. Ciertamente la mirada del mundo infantil que ofrece Cazadores de brujas es luminosa y optimista.

La aventura entre Jovan y su amiga se sigue siempre con interés. Y aunque esa relación tendrá también sus momentos de crisis, de desencuentro, Miljkovic retrata a almas muy puras, encantadoras, que superarán pronto sus diferencias. Se palpa el cariño y el perdón es eficaz. Aunque quizá el conjunto no es perfecto –se olvidan personajes como los del abusón y el desenlace podría haber sido más redondo–, el resultado es muy estimable y ofrece momentos de gran cine, con la emoción a flor de piel, como la superación que ha de llevar a cabo Jovan con las escaleras, con esas palabras susurradas que ponen un nudo en la garganta: “quiero otro cuerpo, quiero otro cuerpo”. Es momento entonces de aceptar la limitación, de asumir con entereza la necesidad de pedir ayuda. Y, detrás, se deja notar el profundo y sacrificado amor de los padres, que dan a su hijo su espacio pero no consienten todos sus caprichos.

Visualmente el director serbio sabe trasladar a la pantalla la imaginación de Jovan sin distraer de la historia real, con logradas escenas de fantasía (un poco al estilo Un monstruo viene a verme). Por lo demás Miljkovic demuestra un gran talento a la hora de manejar a sus jóvenes actores. El pequeño Mihajlo Milavic está colosal como protagonista, un chaval que se ganará sin duda el corazón del espectador. Y está muy bien acompañado por Silma Mahmuti en el papel de Milica.