El castigo (2022), de Matías Bize

Ana y Mateo, su esposo, han tenido la peregrina idea de darle una pequeña lección a su hijo, el pequeño Lucas, que estaba dando ‘guerra’ durante un viaje en coche. Para ello, le obligan a apearse y lo dejan unos minutos –en teoría– solo en el bosque junto al que discurre la carretera. La idea consiste en fingir que se marchan, aunque en realidad regresarán enseguida. Por desgracia, cuando están de vuelta el muchacho ha desaparecido sin dejar rastro.

El chileno Matías Bize, responsable de títulos como La memoria del agua, recupera el estilo de su ópera prima, Sábado, con una cinta rodada a tiempo real en un único plano secuencia. En un principio, todo indica que se trata de un relato de suspense, donde cobrará importancia sobre todo qué ha ocurrido con el chico desaparecido, pero transcurridos los primeros minutos queda claro que no es así, pues el relato se va por otro lado. Los diálogos en los que los cónyuges se reprochan lo ocurrido acaban siendo un interesante análisis sobre el matrimonio y las razones que pueden dar lugar a una separación, sobre todo el acomodo y el egoísmo.

Se habla sobre todo del reparto –no siempre equitativo– de responsabilidades ante la paternidad, donde muchas veces uno tiene que hacerse el duro, imponiendo las decisiones difíciles, mientras que el otro sólo está para los momentos buenos. Denuncia que no todas las personas se dejan la piel a la hora de ejercer como progenitores, pues algunas se resisten a abandonar las comodidades de su vida, así que optan porque sus hijos se adapten a sus vidas, sin cambiar nada de éstas.

Un film tan arriesgado fracasaría sin un buen reparto, pero Antonia Zegers y Néstor Cantillana soportan casi en solitario la totalidad del metraje, que bien podría adaptarse sencillamente en formato de obra teatral. Sólo les acompañan puntualmente los eficaces Catalina Saavedra, Yair Juri y el niño Santiago Urbina, como dos policías y el chaval perdido.