La cena perfecta (2022), de Davide Minnella

Carmine es un buenazo ligado a una de las familias de la Camorra de Nápoles, liderada por Pasquale, incapaz de matar a una mosca. Tras fallar en su colaboración para despachar al molesto Giuliano, que es amigo suyo, es desterrado a Roma, donde debe ocuparse de regentar un restaurante, una simple tapadera para blanquear dinero. Pero se topa con la antigua dueña y chef del establecimiento, Consuelo, de la que se enamora, de modo que a espaldas de Pasquale emplea parte del dinero a blanquear en convertir el restaurante en establecimiento digno de conseguir una estrella Michelín.

Agradable película italiana de complicada adscripción a un género, en todo caso pertenece al subgénero gastronómico, pero hay ribetes de comedia romántica con elementos dramáticos y una trama criminal. El desconocido Davide Minnella se las arregla para manejar estos ingredientes y entregar un plato fílmico que no es perfecto, pero deja buen sabor de boca.

Tiene encanto el personaje protagonista Salvatore Esposito, que logra encontrar un objetivo en la vida y sobreponerse al destino gangsteril que las circunstancias le habían deparado, el hecho de que se porte bien con la gente –sus empleados, los tipos de la Camorra, su viejo amigo Giuliano...– no significa carácter blandengue, su personaje muestra tener personalidad. Quizá menos sólida es la composición de Greta Scarano, que tiene que convencernos de que existen razones para mostrarse a veces desabrida, contando y no mostrando el triste pasado de una madre hippy con la que apenas tuvo contacto.

El libreto de Gianluca Bernardini, Giordana Mari y Stefano Sardo sabe afrontar razonablemente los derroteros que debe tomar la trama cuando Pasquale se entera de los tejemanejes de Carmine con su dinero, lo que lleva a un clímax potente, al que alude el título, y un epílogo que ayuda a dulcificar el desenlace.