Quien quede en pie (2018), de Tim Sutton

El ex militar Jarhead Earl está decidido a sacar a su familia, mujer y dos hijos, del infierno en que viven, un entorno de pobreza y miseria debido a la droga. Gran parte de la culpa la tiene el mafioso local Chainsaw Angus, un capo de la droga, sanguinario y violento, que va dejando cadáveres a su paso. Para salir adelante, la idea de Jarhead es participar en una pelea ilegal que se celabra en un lugar llamado Donnybrook y en donde el ganador se lleva 100.000 dólares.

Hosco drama escrito y dirigido por Tim Sutton, responsable también de El último hijo, una película donde la seca violencia reinaba en un mundo sin asideros, con personajes desalmados hasta el extremo. Aunque basada en una novela de Frank Bill, Quien quede en pie, rodada cuatro años antes, está cortada por el mismo patrón. Áspera y violenta hasta lo desagradable, estamos ante una historia oscura, tosca en su planteamiento, inmoral y desagradable en su desarrollo y deprimente en su desenlace. Con una narrativa confusa, semejante producto parece sólo transmitir la idea de que la vida es lucha, pero lo hace de un modo poco animante, por decirlo suavemente.

Presenta Sutton un mundo oscuro, con personas que malviven para subsistir. Pero no nos muestra quiénes son, tan sólo observamos sus actos: asesinatos, sexo, violencia. Cierto es que el protagonista parece tener alguna catadura moral, pues lucha por su familia, pero los dos hermanos son dos psicópatas para dar de comer aparte e incluso el desquiciado policía interpretado por James Badge Dale es incapaz de generar alguna empatía. Haciendo honor a su apellido, Frank Grillo se pasa diez pueblos como el asesino totalmente “grillado” mientras que la “lolita” Margaret Qualley se mete con calzador en la piel de su desequilibrada y desinhibida hermana. Un tenaz Jamie Bell es el único que se salva de la quema al encarnar a un padre que protege a su familia, el único que aporta algo de cordura y humanidad, aunque el personaje está sólo levemente esbozado.