Pasajero oculto

Auckland, 1943. Una mujer pide permiso para integrarse en la tripulación de un avión que está a punto de despegar hacia Samoa. Se trata de la oficial de vuelo Maude Garrett que lleva a cabo una misión con un cargamento secreto cuyo contenido no debe desvelar. Los hombres que componen la tripulación la dejarán entrar a bordo, pero quedará recluida en la torreta inferior. A medida que el viaje se aproxima a su destino, hechos imprevistos y peligrosos comienzan a sucederse.

Una película de lo más rarita, sorprendente, que te rompe el saque totalmente. La cosa comienza como una aventura clásica y parece que vamos a ver un producto bélico más, pero poco a poco nuevos acontecimientos van transformando Pasajero oculto en un relato de acción surrealista, a ratos claustrofóbico, fantástico y terrorífico, con comportamientos asombrosos, sustos y muertos a gogó. Las referencias podrían ser desde Memphis Belle hasta Alien, el octavo pasajero (ya se ve por dónde puede ir la cosa, aunque no tanto). Junto a la pura aventura subyace de fondo una reivindicación feminista de los actos heroicos que realizaron las mujeres –especialmente las pilotos– durante la Segunda Guerra Mundial. Tiene gracia el colofón con la protagonista en plan Ripley con malas pulgas y, por supuesto, esas imágenes de archivo de los créditos en donde se apuntala ese mismo mensaje.

Visualmente la película es también extraña, puesto que la mayor parte del film tiene lugar en un cubículo mínimo, una torreta del avión en donde está situada la protagonista. La vemos a ella mientras escuchamos los comentarios de la tripulación masculina (chabacana y procaz, por momentos), al tiempo que se suceden ataques aéreos japoneses y tal. La palma de lo asombroso se la lleva por supuesto la secuencia que tiene lugar fuera del avión, con rescate bocabajo y todo, al más puro estilo superheroína. En fin, que estamos ante un divertimento de lo más singular, un producto quizá de poca entidad, también por la escasa duración, pero que por el ritmo imprimido por la directora neocelandesa Roseanne Liang y lo desconcertante de su guión se deja ver con la cara del emoticono de los ojos abiertos. La absoluta protagonista es Chloe Grace Moretz, que parece habérselo pasado en grande con su rol de mujer de armas tomar.