Una canción del pasado (2004), de Shainee Gabel

Pursy, una joven de vida más bien desarreglada, que vive en una casa cochambrosa con su novio, recibe la inesperada noticia de la muerte de su madre, con la que no tenía mucho contacto. Tras llegar tarde a su entierro, descubre que la casa de ella la ocupaban también Bobby Long y Lawson Pines. Uno es un profesor de literatura, antaño prestigioso, y ahora convertido en alcohólico encerrado en su ego; el otro es su discípulo y protegido, que lleva años escribiendo un libro que, se supone, algún día será una obra maestra. Pursy decide quedarse a vivir en la casa que ha heredado de su madre, casi una pocilga; y deberá compartir techo con la singular pareja de ‘maestro’ y ‘discípulo’. La convivencia acabará siendo enriquecedora para todos, pero antes deberán abrirse para su correcta cicatrización muchas heridas emocionales del pasado.

La desconocida Shainee Gabel debuta en el largometraje de ficción con una historia ambientada en el Sur profundo americano, concretamente en la Nueva Orléans no hace mucho devastada por el Katrina. Adaptación de la novela Off East Magazine St., de Ronald Everett Capps, estamos ante una historia de inadaptados, que buscan sin saberlo su lugar en el mundo. El film enfatiza la necesidad de ponerse en la posición del otro para llegar a conocerlo, al tiempo que habla del valor de una buena educación.

Aunque Gabel se empantana en algún momento de la narración, entrega un film interesante, y logra que sus personajes nos interesen. Por supuesto que a ello ayuda el buen hacer de los actores: desde Travolta, como tipo que está de vuelta de todo, hasta Scarlett Johansson, la actriz más prometodora salida de Hollywood en los últimos años, pasando por el menos conocido Gabriel Macht o por Deborah Kara Unger una intérprete menos presente en la pantalla de lo que quisiéramos.