Una veterinaria en la Borgoña (2019), de Julie Manoukian

Alexandra acaba de completar con buen expediente académico sus estudios en la escuela de veterinaria de Maisons-Alfort, cerca de París, lo que le posibilita hacer realidad sus aspiraciones de dedicarse a la investigación en epidemiología. Pero se entera de que Michel, su tío materno también veterinario, está muy enfermo, quizás a punto de morir, así que se traslada en coche al pueblo de éste, situado en el Morván, en la región de Borgoña, donde pasaba junto a él los veranos durante su infancia. Al llegar allí descubre que éste goza de buena salud, pero que la ha engañado porque está a punto de jubilarse, así que pretende que la muchacha le sustituya en la clínica para animales que ha regentado hasta entonces junto a Nico, su socio. Aunque a la recién llegada no le hace gracia la idea, a regañadientes accede a quedarse en verano, para así practicar por primera vez su oficio, mientras Nico busca a otra persona.

Ópera prima de la guionista y realizadora francesa Julie Manoukian, que hasta el momento había dedicado su carrera sobre todo a escribir capítulos de series. Sigue la estela de títulos como Un doctor en la campiña o la canadiense La gran seducción, de 2003, que mostraban la necesidad de médicos provocada por la desertificación de las zonas rurales, pero en este caso habla sobre la falta de veterinarios, un problema acuciante, pues sin ellos se reduce poco a poco también el número de granjeros. Aprovecha para sacar a relucir los problemas con los que se enfrentan estos profesionales, como la precariedad del equipamiento, la dificultad de organización, los problemas económicos.

Más allá de eso, el film consigue alguna escena con cierta gracia, pero peca de falta de ambiciones, con un desarrollo más o menos predecible, y personajes tópicos. Se perdona todo por su tono extremadamente amable. Clovis Cornillac (Largo domingo de noviazgo) da el tipo como Nico, que trata de conciliar sus obligaciones con la vida familiar, mientras que Noémie Schmidt (Manual de un tacaño) realiza un gran esfuerzo pese a que su personaje resulta demasiado exagerado en su desprecio a los lugareños y pocas ganas de adaptarse. Merece un sobresaliente la pequeña Juliane Lepoureau, niña admiradora de Alexandra, empeñada en convertirse en su becaria a toda costa.

Resulta curioso que el discurso inicial de la protagonista presagie en cierta forma la llegada del coronavirus, pese a que el film se rodó un año antes de la pandemia.