Unicorn Wars (2022)

Un cuartel de entrenamiento militar alberga a unos cuantos osos. Bajo las órdenes de un duro instructor se preparan para afrontar difíciles pruebas relacionadas con el Bosque Mágico, un lugar cercano que encierra peligros incalculables. Según narran las leyendas del Libro Sagrado, de allí fueron expulsados antaño los osos y en su lugar se instalaron como dueños de la zona los malvados unicornios, pero una profecía habla de que un oso beberá la sangre del último unicornio y entonces Dios volverá a reinar en aquel lugar. La ocasión puede llegar cuando la nueva tanda de reclutas del Ejército Osito es solicitada para rescatar a una compañía desparecida en el bosque.

Una película absolutamente descacharrante. Que no engañen los dibujos animados porque ni por asomo está destinada Unicorn Wars a un público familiar, más bien se trata de cine de adultos. El coruñés Alberto Vázquez debuta en solitario en el largometraje, tras codirigir Psiconautas con Pedro Rivero, y entrega claramente un rendido homenaje a La chaqueta metálica. Muchos son los puntos en común con la película de Kubrick, aunque destaca principalmente la dicotomía narrativa en dos bloques bien diferenciados: la instrucción en el cuartel y la batalla en el bosque. También hay numerosos elementos que emparentan las historias, como los motes de los reclutas, el personaje brutal y deslenguado del sargento Caricias (claro trasunto del suboficial Hartman), las humillaciones, los desnudos, la violencia extrema, etc.

Todo en Unicorn Wars parece responder a un juego de contrastes y aquí radica en gran parte la originalidad de la propuesta. Se trata de dibujos animados brutales y sombríos; el exigente cuartel de instrucción se llama Corazón “Amor, honor y mimos”; la horripilante historia está protagonizada por ositos de peluche con nombres tremendamente cursis (Coco, Gordi, Azulín, los hermanos Mimosín, Achuchones, etc.); hay comportamientos chabacanos, traicioneros, amanerados entre los “dulces” ositos; los unicornios son negros y de aspecto luciferino, etc. Se incluyen además numerosas referencias religiosas con la presencia del clérigo, a veces cargante. Y por encima de todo resalta la negrura de la trama, con escenas muy bestias, momentos de pesadilla casi de terror, escenas gore, referencias sexuales, locura, asesinato.

De fondo Alberto Vázquez entrega una especie de alegoría del pecado original del paraíso, de modo que el hombre vendría a ser la criatura caída en desgracia que encarna todos los males y sobrelleva el odio y la violencia como parte de su identidad. El resultado tiene su interés aunque seguramente sólo gustará a un tipo de público muy especial, curtido, iconoclasta y amante de la truculencia. Porque al final Unicorn Wars acaba convirtiéndose en un delirio confuso, un desparrame un tanto desgradable. Visualmente es también impactante, con planos muy cuidados, con colores poco alegres y luminosos, a menudo con fondos estáticos sobre los que se mueven los personajes animados.