Los visitantes (Beforeigners) (2018), de Jens Lien

Curiosa serie de corte fantástico y ciencia ficción de nacionalidad noruega, más prometedora en su planteamiento que en sus resultados finales. Algunas ideas pueden recordar a otros títulos recientes seriados como The Leftovers o La travesía, e incluso a la hora de introducir algún elemento de humor anacrónico, a la comedia francesa Los visitantes ¡no nacieron ayer!.

Describe la llegada misteriosa por oleadas de personas del pasado a la Noruega actual, concretamente de tres períodos distintos, la prehistoria, la época de los vikingos y el siglo XIX. El fenómeno toca manejarlo de modo semejante a cómo se acoge hoy en día a los inmigrantes y refugiados, o sea, toca integrarlos en una sociedad con unos parámetros culturales que no son los suyos. Ocho años después de la primera migración, el departamento de policía de Oslo acoge en sus filas por primera vez a una persona del pasado, la vikinga Alfhildr, que debe colaborar con el veterano Lars –separado y con una hija adolescente, su ex está casada en la actualidad con un tipo del siglo XIX–, con problemas de adicción a una droga, en la resolución de un asesinato de una supuesta joven del pasado.

La serie creada por Anne Bjørnstad y Eilif Skodvin, y dirigida por Jens Lien, combina los elementos típicos del thriller policíaco con otros propios de la extraña pareja formada por Alfhildr y Lars, los parámetros toscos de una guerrera son distintos a la sensibilidad de alguien del siglo XXI.

De todos modos, el resultado es irregular, con una evolución de los personajes no excesivamente trabajada, a pesar del esfuerzo de los protagonistas, Nicolai Cleve Broch y Krista Kosonen; y no se consigue el deseable equilibrio entre la trama de intriga, y lo que podía ser una reflexión sobre los valores y las costumbres que prevalecen en determinadas épocas históricas, en que se podría haber indagado en lo universal que prevalece frente a lo perecedero, la búsqueda de la verdad, lo que está bien y lo que está mal. En tal sentido, gana una mirada actual, en que la religión y concretamente el cristianismo se miran mal, caldo de cultivo casi inevitable del fanatismo, frente a la fascinación que ejercen los vikingos, que parecen gente noble y guerrera, que sabía vivir dándole al hidromiel y combatiendo. En otro orden de cosas, agotan las bromitas sobre la higiene femenina, o la gratuita decisión de mostrar con insistencia a un hombre primitivo despelotado.