Kate (2ª temporada) (2012), de Michael Sardo

De Kate (Sarah Shahi) sabemos que pasó de ser una exitosa abogada a reconvertirse en mediadora del bufete de su familia en San Francisco. Siempre con una fe ciega en la justicia, deberá encontrar soluciones alternativas a conflictos que podrían terminar de una forma menos satisfactoria en caso de llegar a juicio. En el ejercicio de su labor sentirá la celosa y escrutadora mirada de su jefa Lauren Reed, su propia madrastra, y desde posiciones diferentes de entender el sistema legal debatirá los casos con su esposo Justin Patrick, el ayudante del Fiscal del Distrito.

En esta segunda temporada, la impenitente luchadora Kate encontrará un nuevo problema en su camino profesional –y un potencial romance- con la llegada al buferte de un atractivo abogado llamado Ben Grogan (Ryan Johnson). Contratado por la socia gerente Lauren para salvar la firma del colapso, la presencia de Ben añadirá más presión a la ya extraña relación de Kate con su madrastra y a la relación que tiene con Justin, al borde del divorcio.

Inteligemente construido bajo la doble premisa de interesantes casos judiciales y graduadas dosis de sensualidad sofisticada (no en vano la propia protagonista dice que es como un cruce entre Ley y orden y Sexo en Nueva York), este particular drama tiene una puesta en escena atractiva. Si bien es cierto que series de abogados han llovido unas cuantas (muchas) en los últimos tiempos, ésta presenta un perfil distinto, a través de la óptica de una protagonista que sin dejar de creer en la justicia tiene una visión más a flor de piel, mucho más matizada y cercana al problema real que la encorsetada a la pura legalidad sostenida por el frío gremio de abogados, al que un día ella perteneció.

En la caracterización del personaje de Kate, eje central de la serie, hay mucha intencionalidad de ganarse al espectador por el lado emocional. Esto se nota, pero está hecho de forma estudiada, basada en la credibilidad de su forma de actuar y en sus amplios conocimientos en leyes y su entendimiento de la naturaleza humana. Llegamos a aplaudir sus agallas y sus pocos ortodoxos métodos, compartimos su sarcasmo en su visión de la justicia más burocrática. Ataviada con un traje de ejecutiva sin una sola arruga, con una presencia tremendamente atractiva y con un cerebro que funciona un segundo por delante de los demás, es difícil no sentirse atraído por ella y dejarse convencer fácilmente. No obstante, el tratamiento dado en la serie a su vida sentimental no encaja del todo bien, quizá porque ya se ha visto demasiado en pantalla el tener que justificar que para ser brillante en lo profesional, extremadamente exigente y purista en el trabajo, debe haber un desequilibrio en la relación más personal e íntima con otros.

En este ambiente judicial, además de moverse con solvencia y hermosura Sarah Shahi, el resto del elenco de actores cumple adecuadamente en sus papeles. Destaca especialmente Virginia Williams (Como conocí a vuestra madre) que dota a su personaje de Lauren Reed de una especial sabiduría para moverse como una serpiente en el mundo de los negocios. También da la talla Baron Vaughn como Leonardo Prince, el eficaz asistente de Kate, siempre con una solución que ofrecer cuando más se necesita.

Con atractivas tramas urdidas alrededor del lucimiento de los personajes, con diálogos bien construidos dentro del mundo de la abogacía y una cierta tensión sexual que intenta no pasar determinada raya, la serie cumple sobradamente el cometido de interesar y entretener al mismo tiempo.