Lo que hacemos en las sombras (2019), de Jemaine Clement

Nandor, chupasangres de más de 700 años de edad que proviene del Imperio Otomano, reside en Staten Island con Guillermo, su fiel sirviente, que sueña con que le convierta en un ser similar. Les acompañan en la misma casa Nadja, una vampira rumana, que a su vez transformó a Laszlo, un noble inglés, y Colin Robinson, un vampiro de energía que se alimenta de la irritación que provoca en los demás cuando les desespera.

Jemaine Clement coescribió y codirigió en 2014 con Taika Waititi el largometraje Lo que hacemos en las sombras, falso docudrama en torno a tres vampiros variopintos que compartían casa, a su vez basado en un corto. Ambos daban vida también a Viago y Vladislav, dos de los protagonistas. El primero ha convertido la premisa en una serie televisiva, con otros personajes, aunque tanto él como Waititi han repetido los suyos como invitados ocasionales.

La primera temporada –que consta de diez capítulos de poca duración, entre 20 y 25 minutos– está llena de hallazgos humorísticos muy eficaces, y constantes referencias a clásicos vampíricos, como Nosferatu, y filmes recientes como los que componen la saga de Crepúsculo. En el apartado actoral acapara las miradas, Harvey Guillen, en la piel de Guillermo, sobre todo cuando habla a la cámara tratando de mostrar que su vida entre monstruos es maravillosa, cuando resulta que nadie le envidiaría. Tiene mucha gracia Mark Proksch como Robinson, un personaje muy reconocible para cualquiera, pues en la vida resulta casi inevitable cruzarse a veces con tipos cenizos y negativos.