Hijos del sol (2020), de Majid Majidi

Ali, cuya madre está recluida en un centro psiquiátrico, es un chico de doce años que sobrevive con robos de poca monta y con su trabajo en un taller de coches. Será tentado por un mafiosillo local para que se matricule en un colegio con la única intención de cavar un túnel en el sótano y acceder así a un lugar en donde hay un tesoro oculto. Ali acudirá al colegio con sus tres amigos y se pondrá manos a la obra.

Estimable drama iraní con sabor agridulce, escrito y dirigido por el prestigioso cineasta Majid Majidi, responsable años atrás de maravillas como Niños del paraíso o El color del paraíso. No llega a ese nivel esta nueva película del sensible director persa, pero mantiene algunas constantes de su cine, como esa madurez al acercarse al mundo de la infancia, desprovista de toda sensiblería pero llena de ternura y de solidaridad. Describe aquí la situación dramática de tantos chicos y chicas que, en ausencia de sus padres, sobreviven en las calles con trabajos paupérrimos o pequeños delitos, a la búsqueda de una felicidad que es un tesoro para muchos inalcanzable.

Con una planificación y una narrativa clásicas, Hijos del sol destaca por su atención a los personajes, desarrollados con humanidad por Majidi. Especialmente seguimos con angustia las problemáticas del protagonista, Alí, con sus tejemanejes en el colegio; pero también nos hacemos cargo de las cuitas de sus pequeños compañeros –Reza, que sueña con ser futbolista, y Mamad, con un padre drogadicto–; o de la difícil vida de los emigrantes afganos en Irán, como el inteligente Abolfazl y su dulce hermana Zhara, por quien Alí siente debilidad, etc. No están exentos de estos dramas los adultos, con la impotencia de los profesores ante la falta de medios económicos o su frustración ante las injusticias, como le ocurre al señor Rafie, implicado de veras en los sufrimientos de los pequeños.

Pero en general hay más desesperanza en esta película que otras del director. Aunque Majidi desecha el fatalismo, su película no da para muchas alegrías, por lo que puede verse también como denuncia del sufrimiento infantil en su país. La soledad y un futuro muy incierto es lo único que parece esperar a estos chavales sin hogar y sin amor, y por eso la sensación final es más triste, menos reconfortante. El joven actor Roohollah Zamani hace un estupendo trabajo.