La gran seducción (2023), de Celso R. García

El futuro del pequeño pueblecito pesquero mexicano de Santa María, sito en una isla, se encuentra en peligro. Muchos de sus habitantes han emigrado, y el resto viven de un subsidio mensual. La solución pasa porque se instale en el lugar de la empacadora de pescado que está en proyecto, pero una condición indispensable es contar con un médico. Germán, el líder natural del lugar, ha emprendido una campaña con el envío de cientos de cartas a doctores, pero nadie parece interesado. La única esperanza es Mateo, médico de ciudad, que tras una grave falta disciplinaria en su hospital, debe purgar pasando unos días en Santa María cuidando de la consulta. Es la ocasión de emprender, con la complicidad de los cien lugareños del pueblo, la gran seducción, persuadir a Mateo de que se encuentra en un lugar idílico, donde todos comparten sus gustos, como el seguimiento del fútbol americano, y donde la suerte es tan grande, que hasta encuentras billetes en el suelo.

Cualquier diría que cada diez años, toca estrenar una versión de esta historia. En 2003 llegó La gran seducción, cinta canadiense hablada en francés, en 2013 hizo lo propio La gran seducción, también canadiense pero en inglés, y ahora, en 2023, llega esta versión mexicana en español. Básicamente se trata de un calco de la original, adaptando algunos detalles a la idiosincrasia chicana, con pequeñas variaciones como la de que el criquet original se sustituye por el fútbol americano. Como ya dijimos en las reseñas de los filmes citados, se trata de una trama amable y buenos sentimientos, en la línea de las comedias clásicas de la Ealing, con la moraleja de que el fin no justifica los medios, aunque se entiende la gran pantomima que monta todo el pueblo para seducir al recién llegado y salvar un estilo de vida sencillo y encantador, de amistad, familia, amor y camaradería, en un entorno natural incomparable; la paradoja es que la mentira, aunque sea la acumulación de pequeñas falsedades, matan la autenticidad que representa la gente de Santa María.

Celso R. García sorprendió hace unos años con la joyita titulada La delgada línea amarilla; desgraciadamente todo lo que ha hecho después han sido remakes, uno de La boda de mi mejor amigo, y otro nada menos que de Ocho apellidos vascos. Ignoro si no tiene más ideas originales, o ha debido seguir la divisa “de algo hay que vivir”, pues en 2015 apuntaba maneras con una trama poderosa urdida por él mismo, pero luego se ha quedado sin historias originales. El caso es que aquí rueda con profesionalidad, pero falta chispa. Los protagonistas Guillermo Villegas y Pierre Louis lo hacen bien, igual que el resto del elenco.