Reality (2023), de Tina Satter

Cinta basada en hechos reales, que viene a reproducir el interrogatorio al que fue sometida por el FBI Reality Leigh Winner, empleada del contratista militar Pluribus International Corporation, donde aportaba sus conocimientos idiomáticos de persa, dari y pastún, y que acabaría condenada a prisión. Casi a tiempo real, y utilizando la transcripción de las cintas que registraron ese interrogatorio el tiempo que estuvieron los agentes federales en el domicilio de Winner, se reconstruye todo.

Tina Satter adapta para el cine su propia obra de teatro acerca de lo ocurrido. Se trata de un film de corte minimalista, que sorprenderá sobre todo al espectador no avisado que desconozca lo ocurrido en 2017, recién iniciada la presidencia de Donald Trump, y cuando el director del FBI ha sido depuesto. Porque uno no tiene claro de entrada si la joven de veintipocos años es simplemente alguien torpe que ha expuesto material clasificado por descuido, o si pretendía algo más, lo que hace que los primeros compases de la narración, con el registro de la casa y el cuidado por sus mascotas –una perra y un gato–, y los intercambios dialógicos con los agentes Garrick y Taylor, presenten tintes casi surrealistas.

Al final el espectador puede colegir la profesionalidad de los federales, que en realidad saben todo lo que ha ocurrido, y lo que desean averiguar es el porqué, y jugar a declarar a la protagonista –bien interpretada por una contenida Sydney Sweeney– heroína, por sus acciones, que no deseo detallar en estas líneas, aunque son conocidas por la opinión pública estadounidense, y que arrojarían luz sobre el papel de los hackers rusos en las elecciones que dieron como ganador a Trump. En esto, ya se sabe, la polarización del país hace que unos consideren aquello decisivo, aunque son los mismos que creen que no hay nada sospechoso en las siguientes elecciones que auparon a la presidencia a Biden en el último minuto.