Chloe (2022), de Alice Seabright

La veinteañera Becky vive en Bristol en el humilde y destartalado piso de su madre, con principio de Alzheimer. Para animar su vida gris, con trabajos de medio pelo, tiene como pasatiempo hacerse pasar por otras personas y mentir, para por ejemplo colarse en inauguraciones de arte. Está obsesionada con Chloe, una amiga de la adolescencia, a la que sigue en redes sociales, pues ésta parece tener lo que a ella le falta, entre otras cosas dinero, un atractivo marido, concejal, y un grupo de amigos. Un día, Becky se entera a través de los comentarios de la cuenta de Instagram de Chloe que ésta ha muerto. A base de diversas triquiñuelas, conseguirá hacerse amiga de Livia, una de las personas más cercanas a la difunta, y con un nombre falso, Shasha, y ropa que la hace parecer de clase alta, se introducirá en el círculo de Chloe, y descubrirá que ésta se ha suicidado, y que ella fue la última persona a la que llamó en vida.

Alice Seabright , guionista de Sex Education, está detrás de esta serie británica que puede estudiarse en las escuelas de audiovisuales como ejemplo de composición del thriller perfecto, pues se diría que no sobra ni falta nada. La espiral de mentiras urdida por la protagonista va cada vez a más, sin que nada resulte difícil de creer, y con modélica claridad expositiva. Quizás no aporta grandes novedades a las típicas historias sobre estafadores, pues por ejemplo remite a El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith, pero se dosifica muy bien la intriga, y al final quedan muy bien encajadas las piezas del rompecabezas que ofrece la trama.

Conocida como la princesa Ana en The Crown, Erin Doherty crea una protagonista memorable, por un lado astuta y manipuladora, pero por otro deseosa de aceptación social y vulnerable. Cumplen también los secundarios, como Pippa Bennett-Warner (la amiga Livia) o Billy Howle (Elliot, el viudo). Se lanza una valiosa advertencia sobre el peligro de las modernas redes sociales, que entenderán muy bien quienes las hayan utilizado alguna vez. En primer lugar, habla sobre su capacidad de absorción, pues el usuario puede descubrirse a sí mismo perdiendo el tiempo obcecado con las publicaciones de algunas personas, en lugar de atender a los familiares y otras obligaciones. Y sobre todo, llama la atención sobre la falsa imagen que se puede ofrecer online, donde muchos parecen llevar una vida idílica, pero quizás no todo es tan bonito como parece.