El radioaficionado (2021), de Iker Elorrieta

Nikolas es un joven taciturno. Le cuesta comunicarse. Vive en Vallecas, en Madrid, y trabaja como limpiador de coches, furgonetas, tapicerías, etc., una ocupación monótona que él lleva a cabo con meticulosidad. Un día emprende un viaje en solitario hasta algún lugar de la costa de Vizcaya. Allí se reencuentra con Ane, una antigua compañera de clase.

Debut como guionista y director de Iker Elorrieta, quien despliega una enorme sensibilidad con esta historia de soledad. Ha trabajado anteriormente como operador de cámara y aquí elabora un discurso formal envolvente, con numerosos planos sin diálogo, contemplativos, que ofrcen una atmósfera íntima e intrigante acerca especialmente del personaje central, Nikolas, un joven dependiente, con autismo, que experimenta reacciones diversas, incomprensibles, lentas, ante los estímulos externos de sus nuevos compañeros de la costa, especialmente ante Ane, una joven comprensiva que quiere ayudarle pero a quien le es muy complicado adentrarse en el universo del protagonista. Resultan así magníficas las escenas de su desesperación, su dolor compasivo pero inútil ante el mundo interior y cerrado de Nikolas.

Técnicamente muy cuidada, El radioaficionado es también una película minoritaria, tristona, que resulta poco complaciente con el espectador, al que apenas se le concede nada, incluido el desenlace invitablemente cojo, incompleto. A parte del público le resultará una propuesta demasiado aburrida, escasa en acontecimientos al uso, pero de cualquier forma estamos ante un trabajo serio y sugerente, cuyo realismo se disfruta por momentos gracias también a la banda sonora ambiental de Aitor Etxebarria y los planos nocturnos. Hay un gran trabajo del reparto, especialmente de un impresionate Falco Cabo en el papel protagonista.