Escape Room 2: Mueres por salir

Tras sobrevivir al encarcelamiento al que le sometió la oscura organización Minos, Zoey acude a una psiquiatra para superar el trauma. Además, viaja a Nueva York, con su novio, Ben, en busca de pistas para encarcelar a los responsables de tan terrible suceso, pero de forma inesperada un ladronzuelo le roba un reloj que perteneció a su madre. Ambos le persiguen hasta un vagón de metro, pero el tipo logra salir en el último momento antes de que se cierren las puertas, dejándoles encerrados en su interior. Descubrirán que todos los pasajeros que tienen alrededor también han sido víctimas de Minos, y que el coche es una nueva trampa de la que tendrán que escapar utilizando su ingenio. 

Escape Room no tenía demasiado originalidad, pues recordaba a filmes como Cube, con personajes encerrados que tratan de huir a toda costa. Pero como se puede deducir por su título explotaba el fenómeno de estos juegos de pistas, que causan furor, sobre todo entre los más jóvenes, así que la propuesta tuvo tirón, y funcionó en taquilla. Adam Robitel, responsable de la primera parte, dirige la secuela que comienza con un breve resumen de lo ocurrido, al estilo de algunas series televisivas. Pese a todo, se da por supuesto que el espectador ha visto la primera parte, en caso contrario resulta difícil seguir la nueva.

Gustará a los incondicionales del terror, pero resulta demasiado efectista desde el principio pues, ¿cómo se puede reunir a un grupo de personas previamente escogidas en el mismo vagón de metro sin que sospechen nada y además que no entre nadie más por casualidad en la estación? Además, no aporta nada sustancial, y tras el planteamiento, el guión resulta reiterativo –si se hubieran incluido más habitaciones con trampas o se hubieran eliminado algunas nadie las echaría de menos–. Los jóvenes Taylor Russell y Logan Miller muestran entusiasmo pero les falta algo de carisma, en sus interpretaciones protagonistas. Deja un final abierto que adelanta que están previstas más entregas, con más enigmas mortales.