Johnny (2022), de Daniel Jaroszek

La historia real del padre Jan Kaczkowski, un sacerdote católico especialista en bioética, que promueve un hospicio para atender enfermos terminales, superando las pegas que le pone su obispo. A él mismo le diagnosticarán un cáncer incurable. La enfermedad y el sufrimiento no le quitarán la alegría, y seguirá dedicado a atender a los que necesitan su ayuda, y atendiendo sus obligaciones pastorales. Uno de los que reclaman su atención es el delincuente macarra Patryk Galewski, quien ha sido puesto en libertad condicional, pero debe realizar un voluntariado en el hospicio del padre Jan, también conocido como Johnny. Aunque Galewski no llega con una actitud muy positiva, comienza a realizar a regañadientes pequeñas tareas y arreglos, hasta que llega a entender que hacer compañía a un enfermo, o sostenerle la mano, puede ser una ayuda preciosa.

El director polaco Daniel Jaroszek tiene la fortuna de tener entre manos una potente trama, y además sabe no mostrarse complaciente a la hora de narrar, lo que se cuenta es duro, y el guión de Maciej Kraszewski sabe tomarse su tiempo para mostrar la labor del sacerdote, y la evolución de Galewski, que seguirá siendo un tipo bruto, pero al que claramente le cambia la vida y empieza a ser sensible a las necesidades de los demás. La cinta sabe poner en valor la atención de los enfermos a los que queda poco tiempo, subrayando que hay que estar y acompañar, sin miedos ni complejos, una auténtico obra de misericordia para los cristianos. Las escenas de entrevistas con el padre Jan, en que explica lo que hace, tienen garra.

De todos modos el film desconcierta en algunos tramos, sobre todo en el arranque, en que se muestra paralelamente con un estilo “moderno” una misa del padre Jan en paralelo con unos delincuentes cometiendo actos de vandalismo. Las canciones, o la deconstrucción de algunas escenas, que sólo se entienden pasado un rato, son recursos que distraen. Pero funciona bien en líneas generales, con momentos conmovedores, y los actores protagonistas Dawid Ogrodnik y Piotr Trojan hacen un buen trabajo, el primero compone a un sacerdote piadoso, bromista y muy humano, y el otro alguien muy baqueteado por la vida, pero a quien le llega una segunda oportunidad.