Lazos (2020), de Daniele Luchetti

Principios de los 80, en Nápoles. Aldo, célebre locutor de radio de la RAI, parece feliz en su matrimonio con Vanda, con la que tiene dos hijos pequeños. Pero un día anuncia a ésta que ha estado con una mujer más joven, y tras la discusión que se desata, acaba abandonando el hogar. Durante los días posteriores, Vanda se desmorona poco a poco, conforme descubre detalles de que la realidad es más dolorosa de lo que había pensado, pues Aldo no ha mantenido una relación fugaz, como había asegurado, sino que se ha enamorado de Lidia, una compañera de trabajo, se ha mudado a la casa de ella y parece manifestar poco interés por los niños.

Daniele Luchetti despuntó en los 90 con La voz de su amo, donde criticaba con dureza el mundo de la política. Esta vez adapta al cine “Ataduras”, la obra más difundida del napolitano Domenico Starnone. Opta por mantener en la medida de lo posible los elementos literarios más valiosos del material de partida, por lo que se arriesga a mantener diálogos poco naturales, un monólogo de uno de los personajes, Vanda, en un momento duro, los impagables discursos radiofónicos de Aldo, que despiertan el amor a los libros, y la peculiar estructura, que mezcla los puntos de vista del matrimonio, en dos épocas, con los de sus hijos en la parte final. La jugada le sale bien, pues nada de todo eso desentona.

Cobra gran importancia el fuera de campo, pues se entiende durante todo el metraje que a los personajes les ocurren más cosas de las que se ven. También se acude a recursos muy propios del cine, como renunciar al sonido en un par de discusiones, lo que las hace más terribles, pues el espectador debe imaginar su desagradable tono, o la simbólica utilización de una caja misteriosa de Praga, que se abre sólo si alguien conoce el truco que lo permite, y que oculta secretos, como la familia retratada. Al hablar de desintegración familiar, a ratos se asemeja a Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach, aunque aquí la historia al final se va por otro lado, pues se plantea si merece la pena el sacrificio de regresar con la esposa, por el bien de los hijos, pese a estar enamorado de otra persona.

Supone un acierto el reparto al completo. Alba Rohrwacher aprovecha que le ha tocado el papel más agradecido, la abandonada Vanda, pero Luigi Lo Cascio defiende tan bien al ‘villano’ de la historia, el marido, que se entienden sus motivaciones. Están a la misma altura Laura Morante y Silvio Orlando, a quienes les han tocado los mismos personajes, más maduros, y Giovanna Mezzogiorno y Adriano Giannini, que dan vida a los hijos.