El cuentakilómetros (2020), de Ivan Ayr

El humilde Ghalib, un tipo de mediana edad, se gana la vida como camionero por las colapsadas calles de Nueva Delhi, una de las ciudades más superpobladas del mundo. Pese a que ha batido el récord en la empresa para la que trabaja, porque su vehículo ha superado el medio millón de kilómetros, se siente culpable porque su mujer se ha suicidado, y ha pesado el excesivo tiempo dedicado a su ocupación profesional, pues la había descuidado por completo. Además, como afronta terribles dolores de espalda, sus jefes le imponen que lleve junto a él a Pash, un aprendiz, todo indica que para sustituirle; además ponen de patitas en la calle a Dilbaug, uno de sus compañeros, porque se ha quedado obsoleto.

Segundo trabajo del indio Ivan Ayr, tras la poco conocida cinta sobre dos mujeres policías Soni (2018), que también coescribe el guión. Se adhiere a la oleada de películas de su país de temática social, al estilo de Señor (2018), Tu fotografía (2018) o The Lunchbox (2013), que poco tienen que ver con las comerciales producciones de Bollywood, así que no se deben esperar números musicales, ni montajes videocliperos, sino que la cámara se queda quieta, en largas tomas, lo que permite relajarse y escuchar a los personajes, retratados con gran humanidad. Cuenta también con actores más contenidos que en aquéllas, sobre todo Suvinder Vicky, que como protagonista logra reflejar sobre todo su soledad, y el miedo a quedar descartado porque la sociedad moderna margina a los mayores, o sea, a aquellos con una cifra alta en su cuentakilómetros, más aún en La India, que tiene una media de edad de 28 años. Resulta también meritorio el trabajo de Lakshvir Saran, el joven Pash.

Ayr narra con sutilidad, pues por ejemplo ofrece datos de la relación del personaje central con su mujer a través de la visita de un tipo que arregla las macetas de la casa, en el tono que a ella le gustaba. Critica el abandono de la vida en las aldeas rurales, donde se valoraba a quienes tenían experiencia, Pero sobre todo, el film documenta lo que cuesta mantener la dignidad en un mundo que hace sentir a quienes cumplen determinada edad que ‘sobran’. Abundan las secuencias de altura, como la del dueño de la compañía, mudo mientras su hijo arrolla a los más veteranos. Se agradece sobre todo que no se trate de un film deprimente, pues el realizador consigue un difícil equilibrio entre mostrar la dura realidad de su país, y aportar algo de esperanza.