Castigo (2022), de Helene Hegemann

Serie alemana antológica, que adapta seis relatos independientes de Ferdinand von Schirach, inspiradas en sus experiencias profesionales en el mundo jurídico. En torno a una hora de duración cada capítulo, los dirigen diferentes directores no excesivamente conocidos, el que más suena es Oliver Hirschbiegel, que destacó en 2004 con El hundimiento, sobre los últimos días de Hitler, y que en los últimos tiempos parece centrado en dirigir capítulos de series.

No se trata de un producto apto para todos los paladares. El nexo de unión es siempre un caso criminal con derivadas judiciales, pero atravesado de desagradables elementos sadomasoquistas, que configuran en todos los casos una atmósfera malsana, extraña y enfermiza. Confieso haber visto tres capítulos y haber considerado que ya era suficiente para mi equilibrio mental, y el tiempo de que dispongo, confío en que mi juicio pueda servir a quien lea estas líneas, pero si alguien cree que no es suficiente, pues nada, mis más fervientes disculpas.

En lo que se refiere a valores de producción, nadie puede negar que Castigo es una serie esmerada. Pero al focalizarse en comportamientos patológicos y rarezas sin cuento, hace falta mucho estómago para aguantar el fetichismo de un niño olisqueando los pantis de su madre, o ver cómo chinchetas reales o imaginarias de clavan en las plantas de los pies de diversas personas.

Vale, hay elementos aislados que despiertan mi interés, como el guardián de una sala de museo perpetuamente condenado a vigilar la misma sala durante más de dos décadas por un error burocrático, y cuya obsesión horaria puede hacer pensar en la proverbial puntualidad de Kant, pero en fin, son ideas felices parciales en medio de historias donde no sabes qué es realidad o qué elucubración mental o locura del personaje que sea. Y en ocasiones, como el capítulo de "El jurado", mi confusión es grande.

Decir que es una especie de Black Mirror judicial puede servir como frase de marketing, pero ya se sabe que las comparaciones son odiosas.