Creed III (2023), de Michael B. Jordan

Adonis Creed, el hijo ilegítimo de Apollo, se ha retirado del boxeo tras ganar el campeonato del mundo, ahora está felizmente casado, tiene una hijita sordomuda encantadora, y se dedica a cuidar del legado pugilístico familiar con su gimnasio en Los Ángeles. Pero el pasado viene a su encuentro, con una herida no cicatrizada. Acaba de salir de la cárcel Damian “Diamond” Anderson, un amigo en la adolescencia de Adonis, que le ayudó cuando se metió en un lío dando una paliza a un tal Leo, que regentaba el correccional donde estuvo antes de que lo adoptara la viuda de Apollo. Diamond apuntaba maneras de campeón, pero ir a prisión truncó su carrera. Y él cree que el otro está en deuda con él, de modo que le pide que se las ingenie para que pueda optar al título mundial. Lo que podría ocurrir con un combate con el mexicano Félix Chávez, que es el campeón actual al que él prepara, y que necesita un rival tras la lesión del que tenía programado.

Probablemente la película más floja del universo Rocky y de los más recientes títulos Creed, la ausencia del personaje de Rocky Balboa es decisiva, se echa mucho en falta y pesa como una losa. Y aunque Sylvester Stallone figura acreditado como productor, no parece que se haya involucrado mucho, y apenas hay menciones a los títulos anteriores, más allá de comparar el combate que Chávez ofrece a Diamond, con el que Apollo ideó con el desconocido Rocky, o la fugaz presencia de Viktor Drago, el hijo del ruso Ivan. Ni siquiera se tiene la pillería de aprovechar mejor la música original de Bill Conti, sólo apuntada en el combate final. La apuesta en la banda sonora son los sonidos afros, y mucho rap. De todos modos, no faltan las escenas de entrenamiento y de combates, que son resultonas, sobre todo las segundas por el apabullante marco donde se celebran.

De modo que el protagonista Michael B. Jordan, que debuta como director emulando quizá a Stallone, que dirigió cuatro títulos de la saga, maneja una historia un poco traída por los pelos, que funciona razonablemente, pero a la que falta intensidad, y donde no se entienden los cambios que dan los personajes que se producen en Diamond y Adonis, o la actitud de mamá Creed de haber ocultado las cartas que el primero escribía desde prisión. Hay algunas cuestiones familiares que funcionan mejor, como la de comparar a Bianca, la esposa de Adonis cantante y compositora, con Diamond, la primera por la sordera, el otro por su encierro entre rejas, han tenido que ceder protagonismo en lo que mejor se les da a otros. O sugerir que en la niña Amara Creed hay madera de boxeadora, un poco al estilo de Karate Kid.

Sí, las comparaciones son odiosas, pero no hay color si se miran las diferencias conyugales mantenidas antaño por los personajes de Stallone y Talia Shire, con las de Jordan y Tessa Thompson. Mientras que Jonathan Majors cumple con su función de matón que se había vestido la piel de amigo que quiere recuperar el tiempo perdido.