Criminales a la vista (2023), de Jeremy Garelick

Después del éxito de Nick y Audrey Spitz en la resolución de un caso de asesinato, que se describía en Criminales en el mar, el matrimonio crea una agencia de detectives, pero la fortuna no les acompaña, los clientes acuden con cuentagotas requieriendo su buen hacer profesional. A cambio, su buen amigo marajá les invita a su exclusiva boda en una isla con su novia francesa Claudette. En medio del festejo se produce el secuestro del marajá, con la petición de un cuantioso rescate, que debe ser efectuado en París. Nick y Audrey podrán demostrar que lo de la otra vez no fue una casualidad, y además cuentan con la colaboración del mítico Connor Miller, autor de un manual de detectives que es una referencia ineludible para cualquiera que se dedique a la investigación.

De nuevo produce y produce Adam Sandler esta secuela, acompañado, cómo no, de Jennifer Aniston, que componen una simpática pareja, y repiten actores del original como Dany Boon, John Kani y Adeel Akhtar, al tiempo que se producen nuevas incorporaciones, entre ellos Mark Strong, el investigador Miller, Mélanie Laurent, la novia parisina, y hasta un español, Enrique Arce, a quien vimos como rehén banquero en La casa de papel.

Por supuesto, se repite el esquema de la cinta original, deudor en clave cómica de las tramas “whodunit” de Agatha Christie, no en vano escribe el libreto el mismo guionista, James Vanderbilt, donde hay risas en torno a las bromas de la pareja protagonista, con las cansinas frases de doble sentido que tanta gracia le hacen a Sandler, más la hilaridad que puede producir su torpeza detectivesca, que no les impide contar con que la suerte siempre parece acompañarles a la hora de salir airosos de mil y una amenazas de muerte.

El film es irregular, resulta difícil entender que en una cinta con generoso presupuesto se recurra a un director como el desconocido Jeremy Garelick, parece claro que títulos como El gurú de las bodas no son la mejor carta de presentación. Pero como se deja ver, mejor vamos a ponernos positivos, y algo que merece aplausos infinitos es la duración, no pasa de la hora y media, algo inusual en Netflix, y que ojalá fuera el comienzo de una tendencia ante tanta película estirada innecesariamente. También llama la atención el despliegue de la boda al más puro estilo Bollywood, y todo el clímax en la torre Eiffel, cuando la película deviene casi en cinta de acción. También tiene gracia la escena en el dormitorio de los Spitz, donde numerosos invitados acuden a comunicar sus inquietudes a una pareja que en ese momento teme por sus vidas.