El cuco (2023), de Mar Targarona

Anna y Sebas, joven matrimonio de Barcelona que espera a su primer hijo, sufre una crisis, pues la primera tiene la sensación de que carga con todas las responsabilidades, y de que él se centra demasiado en su trabajo, así que está un poco ausente. Ambos deciden arreglar la situación con unas vacaciones antes del alumbramiento, en busca de tranquilidad. Anna pacta intercambiar su casa con una pareja de jubilados alemanes de la Selva Negra. Nada más llegar, los españoles quedan deslumbrados por la lujosa residencia en la que se hospedan, dotada de novedosos artilugios tecnológicos, pero pronto sospecharán que hay gato encerrado.

A Mar Targarona le sucede un poco como a Gerardo Herrero. Productora de filmes de primera categoria, como El orfanato, debut de Juan Antonio Bayona, resultan un tanto insulsas sus incursiones en la realización, como El fotógrafo de Mauthausen, bienintencionado pero fallido film sobre el Holocausto. Regresa a los alemanes inquietantes con este film de terror, con elementos fantásticos, que roba sin pudor de la muy superior La semilla del diablo, de Roman Polanski.

Además, parece que la cineasta quiere aprovechar para lanzar críticas, y plantear reflexiones, un poco a la manera de Jordan Peele, en Déjame entrar, pero salvando todas las distancias posibles. De esta forma, parece que el film cuestiona las relaciones entre Alemania y España. Los primeros se aprovecharían sin pudor de nuestro país, y de las buenas intenciones de nuestros conciudadanos.

En su arranque consigue despertar la intriga. Y no está mal aprovechada la metáfora que sugiere el título, aludiendo a que el cuco es un pájaro que roba las crías de otras aves. Sin embargo, el guión acaba convirtiéndose en un despropósito, con algunas secuencias que provocan hilaridad involuntaria, como la de los ancianos destrozando el hogar de los jóvenes, o sus homenajes ridículos y gratuitos a Psicosis y Crimen perfecto, de Alfred Hitchcock. Pese a tenerlo todo en contra, la eficaz Belén Cuesta da el tipo como Anna, mientras que su partenaire, Jorge Suquet, no está mal del todo. Por contra, exageran hasta la extenuación Rainer Reiners y  Hildegard Schroedter, los alemanes, y Chacha Huang, su hija adoptiva en la ficción.