Matar a Santa (2020), de Eshom Nelms

Billy Wenan es un niño rico, hijo de padres divorciados, cuyo papá pasa la Navidad fuera de casa con su novia. Tan lamentable ambiente familiar le ha convertido en un chico malo, y Santa Claus, también conocido como Chris Cringle le deja carbón. El chaval no encaja bien el obsequio, y acude al matón y asesino sueldo al que encarga trabajos sucios para enconmendarle una misión: matar a Santa Claus.

Esta trama escrita y dirigida por los hermanos Eshom Nelms y Ian Nelms suena bastante bizarra y disparatada, pero lo cierto es que logran un film más que notable, una agradable sorpresa dentro de tanta película empalagosa e insoportable que se suele ambientar en Navidad. En efecto los cineastas toman decisiones audaces como la de concebir a un Santa Claus gordo y fofo, de bajonazo porque los chavales cada vez caen en algo más parecido al nihilismo, y pueden acudir a la violencia, la prueba son los perdigonazos que le atizaron unos críos cuando iba a descender por una chimenea. Además cada vez llegan menos cartas, de modo que deben acudir al pluriempleo, el ejército encarga a los elfos de Santa que construyan los paneles de control de sus aviones. Otra curiosidad del nuevo Santa es que está casado con una afroamericana también gordita, Ruth. También tiene interés la paleta de colores apagados, nada de rojo chillón para Santa y verde fosforito para los elfos, la idea es evitar todo lo dulzón.

El caso es que el film pinta a un niño caprichoso, y a un asesino a sueldo que también arrastra sus propios traumas navideños. A veces la película adquiere aires de western, sobre todo en el último tramo de enfrentamiento de Santa, Chris, con el asesino, un duelo a tiros y cuerpo a cuerpo con ciertas dosis de violencia.

Está muy bien escogido el reparto, Mel Gibson da el protagonista a la perfección, pero también lo hace bien Marianne Jean-Baptiste como la esposa, Walton Goggins como el asesino, y Chance Hurstfield como el crío echado a perder.