Las paredes hablan (2022)

A sus 90 años, Carlos Saura vuelve a demostrar que es un cineasta joven. Inasequible al desaliento, es capaz de explorar en sus películas, de ficción o documentales, cosas que importan, una indagación sobre lo que mueve al ser humano y su capacidad de expresarse mediante el arte. Es lo que hace con su documental Las paredes hablan, donde a imitación de Stanley Kubrick con su elipsis que une en 2001, una odisea del espacio al hombre de las cavernas con el astronauta, plantea la conexión pictórica existente entre el arte rupestre y el grafitero urbanita.

Podría parecer una mirada algo peregrina, pero no lo es en absoluto, porque la estilización de algunas composiciones del arte contemporáneo en las muros de las ciudades no se encuentra tan alejada de la que se descubre en las obras ejecutadas por el hombre primitivo en las paredes de las cuevas. Al final unos y otros lo que hacen es dejar que su sensibilidad se exprese en una obra que llamamos de arte. De hecho, los coetáneos dejan su firma, y los primitivos pueden dejar la huella de su mano.

Científicos y antropólogos como Juan Luis Arsuaga y Roberto Ontañón, respectivos directores de los museos de evolución humana y prehistoria en Atapuerca y Cantabria, reflexionan sobre cómo el arte y los enterramientos son muestras de la conciencia e inteligencia de lo que ya son seres humanos. Y también expresan su punto de vista artistas como Miquel Barceló, acostumbrado a pringarse las manos con sus obras, que trabajan mucho la materia, o creadores urbanos como Suso33, Zeta y Cuco, de modo que al escucharles vemos que relacionar las obras de Altamira con el grafismo que podemos ver en las urbes tiene su sentido.