Mikado (2021), de Emanuel Parvu

Magda recibe por su cumpleaños un regalo de su padre, una cadena de oro blanco. Cuando ésta desaparece y el padre le pide explicaciones, Magda asegura habérsela dado a una niña enferma de cáncer a la que va a visitar periódicamente con su mejor amigo, Iulian, pues ambos dedican su tiempo a alegrar la estancia de los niños en el hospital. El padre de Magda acabará acusando del robo de la cadena a una enfermera y amenazando con montar un escándalo si no se la despide del hospital. Poco después, la mujer muere de un infarto. El padre de Magda ignora que se trata de la madre de Iulian.

Una película rumana que habla de la inestabilidad de las relaciones humanas y de la inseguridad de las personas en un mundo que parece zarandearnos a su capricho. El director y guionista Emanuel Parvu desconcierta un tanto con esta mirada poco complaciente hacia los vaivenes de la vida, con una historia que se centra en la ruptura emocional entre un padre y una hija y en las tiranceces entre unos pocos personajes que ven cómo sus vidas se ponen “patas abajo” de la noche a la mañana.

Sabiamente narrada, Mikado tiene cuenta con un montaje muy cuidado que muestra con eficacia la situación y deriva de los personajes, con ese padre controlador, incapaz de confiar en las personas y al que se le va la fuerza por la boca, actitudes cuyas consecuencias pueden llevar a tomar medidas equivocadas por parte de otras personas, respuestas provocadas por el dolor y por consejos retorcidos e interesados de quienes se tienen por amigos. Sucesos éstos que no dejan de dejar víctimas a su paso, porque los seres humanos son incapaces de no dejarse arrastrar por sus pequeños odios, por sus envidias, por sus tristezas. Esa es la concreta mirada de Parvu, cuyo fatalismo ante el destino se muestra en toda su ironía con un sorprendente y abrupto desenlace con el que parece “quedarse” con el espectador. El reparto está muy bien, en especial Serban Pavlu en el papel del padre.