Crímenes oscuros

Tadek es un detective obsesionado con descubrir al asesino de un hombre relacionado con un antro de prostitución. Degradado por no plegarse a su corrupto jefe, Tadek está decidido a llegar al fondo del asunto y pronto encuentra a un claro sospechoso: Kozlov, un escritor de prestigio que frecuentaba el club y que describe en uno de sus libros un asesinato perpetrado de idéntico modo.

Sórdido thriller, ambientado en la Polonia ex soviética, coproducido por Estados Unidos y Polonia que narra una historia en el fondo bastante simplona, pero con un acendrado tono gris, triste y tan apagado como la fotografía, que busca aportar un aire de cine negro y sólo consigue distanciamiento entre la pantalla y el espectador. No acierta el director Alexandros Avranas al trasladar a la pantalla esta supuesta historia real, escrita para el cine por Jeremy Brock: el guión es difuso y hay torpeza al acercarse a los personajes y sus relaciones (la rivalidad entre el protagonista y su jefe, especialmente, pero también con los demás). Y a falta de una historia interesante al director griego sólo se le ocurre chapotear en el morbo sexual, cuanto más retorcido mejor.

Poco motivarán al espectador unas vidas –aquí nadie se salva– que no hay por dónde coger, malsanas y desagradables. El colmo es el policía protagonista (el tiro le sale por la culata a un lacónico Jim Carrey en este cambio de rol), que se mueve durante toda la película como un autómata, sin empatía por nadie, para quien su mujer y su hija no son más que muebles, centrado únicamente en “vengarse” por una degradación que ha hecho de él un hombre sin vida, amargado, inhumano.