Una lección criminal (2022), de Kazuya Shiraishi

Masaya Kakei, joven solitario y melancólico, se siente conmocionado porque detuvieron a Yamato Haimura, dueño de la panadería donde solía comprar a diario, como responsable de espantosos crímenes. Le asusta la idea de que pudo convertirse en una de sus víctimas. Le juzgan y condenan a muerte, pero inesperadamente Kakei recibe una carta de Haimura, donde éste le pide que vaya a visitarle a la cárcel. El chico accede, así que visita al recluso, que reconoce que ha cometido ocho de los nueve asesinatos que se le imputan, pero no el último, por lo que pide al chaval que le ayude a encontrar al verdadero culpable.

Al parecer, el japonés Kazuya Shiraishi dirige sobre todo películas sobre la Yakuza, aunque tiene en su haber películas de otros géneros, incluyendo dramas románticos. Esta vez adapta una novela de Riu Kushiki de enorme éxito en Japón, que le sirve para hacer alarde de su potencia estética, y su habilidad para concebir prodigiosos movimientos de cámara. Construye a fuego lento un relato, que a algunos espectadores les puede resultar premioso y falto de acción.

Kenshi Okada, que interpreta a Kakei, y Sadao Abe, que da vida a Haimura, se han trabajado mucho a sus personajes, y demuestran su valía para estar delante de las cámaras. Sin embargo, no consiguen disimular las partes débiles del guión, pues sobre todo no se acaba de entender por qué el primero accede a visitar a un asesino y la aceptación de su curiosa proposición. Su relación está claramente inspirada en la de Clarice Sterling y Hannibal Lecter en la muy superior El silencio de los corderos, pero aquí no se ve por qué Haimura se supone que despierta la misma fascinación que el legendario personaje de Anthony Hopkins. Por lo demás, algunos de los giros resultan poco convincentes.