El caballero negro (2023), de Ui Seok Cho

En 2071, Corea ha quedado enterrada en arena, y el aire está contaminado, como consecuencia del choque de un meteorito contra la Tierra. Los que no murieron entonces utilizan mascarillas. Dependen de Cheonmyeong, megacorporación que envía repartidores de oxígeno, el bien más apreciado, pero sólo a los ciudadanos que tienen un código QR tatuado en la mano. 5-8, uno de estos mensajeros (a los que se conoce como caballeros negros), unirá fuerzas con Yoon Sa-Wol, refugiado que carece del código, y la militar Jung Seol-Ah, para destapar una siniestra conspiración.

Tras el éxito de El juego del calamar, Netflix sigue apostando por las series surcoreanas. El caballero negro, que comparte título con una comedia de medio pelo que protagonizó Martin Lawrence en 2001, explota todos los tópicos posibles del género distópico, con los ciudadanos repartidos en rígidos estamentos, y marginados sin posibilidad de subir en la escala social, así como oscuras compañías que lo controlan todo, y rebeldes que intentan subvertir el orden establecido. Uno de los más ilustres realizadores coreanos, Bong Joon-ho, ya explotó el género en la resultona Snowpiercer, con la que esta ficción tiene muchos puntos en común.

Le falta aportar algún elemento un poco fresco o novedoso, ya que hasta los mejores momentos, las persecuciones de coches, están calcadas de Mad Max 2, el guerrero de la carretera. Quizás abuse de elementos de humor un tanto ingenuos. Al menos, Kim Woo-bin (5-8), Kang You-Seok (Yoon Sa-wool) y Esom (Seol-Ah) aportan cierto corazón a los protagonistas, mientras que Song Seung Heon compone a un villano realmente odioso, Ryu Seok, heredero de la compañia Cheonmyeong.