Estamos muertos

El hijo del profesor de ciencias de un instituto sufre bullying, y desaparece en misteriosas circunstancias, que parecen relacionadas con experimentos que hace su progenitor, especialista en biología molecular. Poco después, a una chica que estudia y ha sufrido una mordedura, la mantiene encerrada en un laboratorio. Pero escapará a su control, y será el comienzo de una epidemia zombi que se propaga por todo el centro educativo, desatando el pánico entre el alumnado. Llamar a emergencias no es fácil, porque parece improbable que crean su relato de lo que sucede.

Netflix anda a la busca y captura de su segundo éxito surcoreano tipo El juego del calamar, y desde luego el esfuerzo de producción de esta serie escrita por Chun Sung-il es bastante notable, no se ha escatimado en medios. Y aunque ciertamente el género apocalíptico de muertos vivientes está más que trillado, la idea de mezclar a los zombis con el típico ambiente de un “insti”, resulta medianamente novedoso.

Pues tenemos las típicas situaciones de adolescentes con sus uniformes, amigos y amigas para siempre, enamoramientos no confesados con celos o ignorancia, acoso escolar, frikis y gorditos, etcétera. Y también entre los profesores puede haber algunos más responsables que otros.

Aunque no todo transcurre dentro del instituto, nos asomamos al exterior en un hospital, o con la reacción de los bomberos y el centro de emergencias, o la de los padres, está claro que el escenario principal son las aulas y las escaleras, en que unos y otros usan pupitres y sillas como elementos arrojadizos, mientras tratan de salvar el pellejo. Evidentemente no es una serie para esperar grandes interpretaciones, esto es serie B, con sus momentos de violencia y actores que cumplen con sus personajes arquetípicos.